Islamismo y modernidad europea
Hace días leí en “Periodista Digital” la noticia escalofriante: una mujer, sorprendida en adulterio, según la religión islámica debe ser enterrada viva, dejando la cabeza fuera para que a pedradas los fervientes religiosos la vayan matando poco a poco. Inmediatamente me vino a la memoria la reacción de Jesús de Nazaret ante la práctica similar de los judíos en su tiempo: esa brutalidad es intolerable ¿quién se considera capaz de maltratar así en nombre de Dios a una persona humana? Pero la noticia plantea un serio interrogante ¿podrá esa religión entrar en diálogo con la modernidad tal como está procediendo en los pueblos europeos?
Suelen decir que judaísmo, islam y cristianismo son tres religiones del libro. Pero creo que urge puntualizar. Hay una diferencia decisiva entre el Corán y la Biblia. Mientras el Corán es Palabra de Dios dictada directamente a Mahoma , la Biblia es Palabra de Dios encarnada en palabra de hombre. Por tanto ya en escritos de la revelación bíblica vemos distintas relecturas e interpretaciones de un mismo acontecimiento. Y la encarnación se manifiesta de modo único y definitivo en Jesucristo, Palabra de Dios encarnada en un espacio y en un tiempo, dentro de una cultura. La encarnación de la Palabra continúa en la Iglesia, cuya tradición viva se “re-crea“ en el transcurso de la historia. El cristianismo más que religión del libro es religión de la encarnación. Palabra de Dios cuyo contenido se desvela en el transcurso de la historia, toda ella animada ya por el Espíritu.
La religión islámica sí es una religión de Libro que Dios “ha hecho bajar sobre Mahoma con la verdad”; por eso el Corán es la Palabra de Dios para todo musulmán; una Palabra que no puede cambiar. Por otro lado este Libro destaca la trascendencia del Inefable: “nada semejante a El”; una trascendencia que supera y relativiza tanto la razón como la historia y la moral humana.
Sin duda el reclamo de trascendencia y el “sometimiento a la voluntad de Dios” –que no significa resignación sino respuesta libre y activa- pueden ser medicina saludable para el hombre moderno que pretende ser absoluto y se curva enfermizamente sobre sí mismo. Pero si esos reclamos de trascendencia y sometimiento generan prácticas que atentan contra la dignidad y la vida de las personas, como es el caso de matar cruelmente a una mujer que ha cometido adulterio ¿se puede aceptar la existencia de un Creador que dicta leyes para matar a sus criaturas?
Está costando mucho a la religión cristiana reconocer la densidad teologal del mundo moderno y asumir las llamadas de autonomía y libertad que hoy respiran las personas y los pueblos: no es fácil pasar del anatematismo al diálogo sincero. Pero desde los postulados centrales del Islam salta el interrogante inevitable: ¿será posible un diálogo constructivo de esta religión con una sociedad moderna laica y plural? Pienso que es una cuestión a debatir para el futuro de la modernidad europea donde cada vez es más notoria la presencia de la religión islámica.
5 de agosto, 2010
Suelen decir que judaísmo, islam y cristianismo son tres religiones del libro. Pero creo que urge puntualizar. Hay una diferencia decisiva entre el Corán y la Biblia. Mientras el Corán es Palabra de Dios dictada directamente a Mahoma , la Biblia es Palabra de Dios encarnada en palabra de hombre. Por tanto ya en escritos de la revelación bíblica vemos distintas relecturas e interpretaciones de un mismo acontecimiento. Y la encarnación se manifiesta de modo único y definitivo en Jesucristo, Palabra de Dios encarnada en un espacio y en un tiempo, dentro de una cultura. La encarnación de la Palabra continúa en la Iglesia, cuya tradición viva se “re-crea“ en el transcurso de la historia. El cristianismo más que religión del libro es religión de la encarnación. Palabra de Dios cuyo contenido se desvela en el transcurso de la historia, toda ella animada ya por el Espíritu.
La religión islámica sí es una religión de Libro que Dios “ha hecho bajar sobre Mahoma con la verdad”; por eso el Corán es la Palabra de Dios para todo musulmán; una Palabra que no puede cambiar. Por otro lado este Libro destaca la trascendencia del Inefable: “nada semejante a El”; una trascendencia que supera y relativiza tanto la razón como la historia y la moral humana.
Sin duda el reclamo de trascendencia y el “sometimiento a la voluntad de Dios” –que no significa resignación sino respuesta libre y activa- pueden ser medicina saludable para el hombre moderno que pretende ser absoluto y se curva enfermizamente sobre sí mismo. Pero si esos reclamos de trascendencia y sometimiento generan prácticas que atentan contra la dignidad y la vida de las personas, como es el caso de matar cruelmente a una mujer que ha cometido adulterio ¿se puede aceptar la existencia de un Creador que dicta leyes para matar a sus criaturas?
Está costando mucho a la religión cristiana reconocer la densidad teologal del mundo moderno y asumir las llamadas de autonomía y libertad que hoy respiran las personas y los pueblos: no es fácil pasar del anatematismo al diálogo sincero. Pero desde los postulados centrales del Islam salta el interrogante inevitable: ¿será posible un diálogo constructivo de esta religión con una sociedad moderna laica y plural? Pienso que es una cuestión a debatir para el futuro de la modernidad europea donde cada vez es más notoria la presencia de la religión islámica.
5 de agosto, 2010