Jesús se fue a Galilea. Desde República Dominicana vecina de Haití
Cuando Jesús decide salir al público para transmitir la buena noticia, no se va al templo de Jerusalén ni a las residencias de los políticos que tenían ya sus medios de comunicación. Se va con el pueblo sencillo, con la gente de las aldeas en la región pobre de Galilea para decir que abran los ojos y se conviertan a esa Presencia tan real como inauditade: “el reino de Dios está irrumpiendo dentro y entre vosotros”.Quizás lo único que deben hacer todas las religiones es ayudar a que todos descubran esa Presencia.
Estos días los dominicanos celebran su independencia; en el s. XIX se liberaron de la ocupación haitiana gracias a Juan Pablo Duarte cuya frase quedó grabada en este pueblo: “vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor”. Sin duda la independencia fue un paso adelante. Pero curiosamente, con motivo del catastrófico terremoto que hace un año sufrió Haití, el pueblo dominicano se ha volcado en ayudar a los damnificados más allá de sus posibilidades. Días atrás los periódicos de Santo Domingo lamentaban la dejación de Haití por parte de la comunidad internacional. Y hoy en primera página sale la foto de los dos presidentes: “Leonel y Préval se reúnen por grave situación de Haití”. Y esto cuando República Dominicana celebra su independencia que logró luchando contra sus vecinos haitianos.
Lo que ahora está ocurriendo en estos dos pueblos del Caribe puede ser un signo del Espíritu. En la época moderna los disitnos países han tomado conciencia de su identidad y han procurado defenderla con sus propios gobiernos y sus propias fronteras. Pero el fenómeno de la globalización que, infectado por la ideología del liberalismo económico, ahonda más el abismo entre los muchos pobres y los pocos ricos, ya resulta intolerable. A una globalización “desde arriba” que nos destruye, urge poner en marccha una globalización “desde abajo”.
La conducta del pueblo dominicano, que un día tuvo luchar contra Haití para conseguir su independencia y hoy es capaz de solidarizarse con los haitianos que sufren, sugiere que sí es posible una globalización desde abajo, escuchando el clamor de las víctimas