“"Manteneos a la espera” (3.12.17)

Llamados a ser más de lo que somos, mientras caminamos en el tiempo nos constituye la espera. Cuando lo esperado es malo se nublan nuestros ojos, y nos invade la tristeza. Sólo cuando lo esperado es bueno brota la esperanza que nos permite mirar confiadamente y caminar hacia el futuro. El evangelio de Adviento es invitación a vivir con esperanza manteniendo la actitud de espera. Es el tiempo para ahondar en el hambre y sed de más que todos llevamos dentro y de algún modo nos constituye.

En los grandes centros comerciales con sus belenes cada vez más sofisticados y en las calles iluminadas ya de colores festivos ha comenzado la Navidad. Unos días en que se anima nuestra existencia en viajes de placer, en comidas y encuentros amistosos, en compras y regalos. Amistad, alegría, felicidad tienen que ver con el nacimiento de Jesús. Sin embargo todo eso que pertenece al lado positivo de nuestra existencia humana, tampoco satisface del todo el hambre y sed que somos; incluso la rutina de hacer lo mismo cada año puede llegar a cansarnos.

“Mantenernos a la espera” implica no instalarnos mientras vamos de camino. Tratando inútilmente de saciar el hambre que llevamos dentro con el dinero, los regalos, los banquetes y las diversiones. O desesperándonos porque no vemos salida en la situación actual de la familia y de la sociedad. Es necesario ejercer la esperanza “teologal” despertando y manteniéndonos a la espera de Dios que continuamente está viniendo en nuestra intimidad y en los acontecimientos de este mundo. Valorando tantas alegrías y satisfacciones que ya encontramos aquí, pero sin exigir a esos momentos de felicidad que sacien la sed de infinitud que llevamos Y levantando la cabeza para ver signos de trascendencia y gratuidad que continuamente brotan en el mundo: compasión eficaz para dar de comer al hambriento, solidaridad contra individualismo feroz, opción por los excluidos contra la lógica neoliberal de la fiebre posesiva y descarte. La Navidad es la buena noticia de una Presencia de amor, más íntima nosotros que nosotros mismos y que de algún modo es corazón de toda la historia humana. Abriéndonos a esa Presencia es como nuestra espera madura en esperanza que no sólo mira al porvenir confiadamente sino que también se hace compromiso para construirlo.
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