Misericordia entrañable (11.9.16
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”Jesús acoge a los pecadores y como con ellos”
1. Es muy frecuente que los dioses y las religiones, lejos de sostener y dar confianza en sí mismos a los seres humanos, acentúen sentimientos de culpa y miedo al castigo. Así ocurría en buena parte de sociedad judía donde actuó Jesús de Nazaret. El evangelio habla de pobres y pecadores que, atraídos por la sencillez y afecto de Jesús, se acercaban a él para recibir la buena noticia sobre el Padre que siempre nos ama. Otros en cambio –los religiosos impecables- no se acercaban, más bien expiaban de lejos con una mirada de muerte contra Jesús.
2. Las tres parábolas de la misericordia –el pastor bueno, la moneda perdida, y el hijo pródigo- remiten a una experiencia de Dios que gusta intensamente Jesús, desconcertante para los religiosos a novedosa para todos. Un pastor que deja las noventa y nueve ovejas para buscar la extraviada porque ella tiene valor en sí misma sí misma que no suplen las demás. Dios se preocupa de cada uno como la mujer que afanosamente busca la moneda perdida que necesita para comprar alimentos necesarios. La parábola del hijo pródigo se puede llamar del padre bueno que no sabe más que amar, esperar y proporcionar felicidad al hijo aunque éste sea malo y se haya destruido por su culpa.
3. Un Dios así deja fuera de juego a todos los religiosos cumplidores con una divinidad que necesita sacrificios y prácticas religiosas para satisfacer su honor ofendido. Así lo vemos en la parábola del hijo pródigo: el hermano mayor no entiende la generosidad del Padre; había vivido cumpliendo todo y puntualmente lo que le mandaban, pero no tenía experiencia de del amor gratuito. No podía entender que el destino de la humanidad, lo que Dios quiere para nosotros es una fiesta, un banquete donde todos nos encontremos felices y hermanados.
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”Jesús acoge a los pecadores y como con ellos”
1. Es muy frecuente que los dioses y las religiones, lejos de sostener y dar confianza en sí mismos a los seres humanos, acentúen sentimientos de culpa y miedo al castigo. Así ocurría en buena parte de sociedad judía donde actuó Jesús de Nazaret. El evangelio habla de pobres y pecadores que, atraídos por la sencillez y afecto de Jesús, se acercaban a él para recibir la buena noticia sobre el Padre que siempre nos ama. Otros en cambio –los religiosos impecables- no se acercaban, más bien expiaban de lejos con una mirada de muerte contra Jesús.
2. Las tres parábolas de la misericordia –el pastor bueno, la moneda perdida, y el hijo pródigo- remiten a una experiencia de Dios que gusta intensamente Jesús, desconcertante para los religiosos a novedosa para todos. Un pastor que deja las noventa y nueve ovejas para buscar la extraviada porque ella tiene valor en sí misma sí misma que no suplen las demás. Dios se preocupa de cada uno como la mujer que afanosamente busca la moneda perdida que necesita para comprar alimentos necesarios. La parábola del hijo pródigo se puede llamar del padre bueno que no sabe más que amar, esperar y proporcionar felicidad al hijo aunque éste sea malo y se haya destruido por su culpa.
3. Un Dios así deja fuera de juego a todos los religiosos cumplidores con una divinidad que necesita sacrificios y prácticas religiosas para satisfacer su honor ofendido. Así lo vemos en la parábola del hijo pródigo: el hermano mayor no entiende la generosidad del Padre; había vivido cumpliendo todo y puntualmente lo que le mandaban, pero no tenía experiencia de del amor gratuito. No podía entender que el destino de la humanidad, lo que Dios quiere para nosotros es una fiesta, un banquete donde todos nos encontremos felices y hermanados.