Paz en los miedos y en el sufrimiento (12.4.15)

Una nota previa parece conveniente para escuchar los textos evangélicos que propone la liturgia en el tiempo de Pascua.

Jesús de Nazaret murió crucificado y, según el evangelio, "los sacerdotes y fariseos" sellaron la losa del sepulcro. Ahí terminó la historia constatable de Jesús. Pero en su muerte por amor. la muerte fue vencida, y el Resucitado irrumpió en la vida de aquellos primeros discípulos que le habían acompañado por las aleras de Galilea y habían quedado desconcertados con el fracaso de la cruz: "vieron con los ojos de la fe y creyeron". La única forma de transmitir esa fe o experiencia de su encuentro con el Resucitado es el lenguaje simbólico que vemos en los relatos evangélicos.- El Resucitado
ha irrumpido e irrumpe también hoy en nosotros cristianos que participamos la misma fe que los primeros discípulos
. Sólo desde esta experiencia de fe podemos gustar el rico mensaje de los evangelios sobre un acontecimiento real pero inabarcable en nuestros marcos de historia y cuya gratuidad rebasa todos nuestros argumentos racionales.

Con esta nota previa, caen dos sugerencias escuchando el relato evangélico de este domingo:

1. Aquellos primeros discípulos tenían buenas razones para esconderse “por miedo a los judíos”. Si habían matado al Maestro, era de temer que fueran también a por sus discípulos. Ya en el proceso de Jesús, el primer discípulo, Pedro, había negado su pertenencia al grupo del Galileo.- El miedo también hoy nos sigue atenazando y por miedo podemos “cerrar nuestras puertas” a los que no piensan como nosotros. El encuentro con el Resucitado prueba su verdad en la liberación de nuestros miedos a falsas imágenes de la divinidad que nos fabricamos, a perder seguridades que pretenden suplir a la confianza. Según la Carta a los Hebreos 2,15, nos ha liberado “a cuantos por miedo a la muerte, estábamos sometidos a la esclavitud”.

2. Como en el proceso de nuestra fe, también hay en las apariciones pascuales, dudas de si no será un fantasma, y mentalidades racionalistas como la de Tomás. Aquel discípulo no digiere que la vida de Jesús hasta morir en la cruz por amor, ha dado sentido incluso al sufrimiento. Sólo al ver las cicatrices de las heridas, al interrogarse por tanto sufrimiento injusto experimentó la presencia del Resucitado . Las heridas y el sufrimiento son tan frecuentes y duros en nuestros mundo que, a veces, uno duda si tendrán remedio, y como el oyente de la Biblia se pregunta: "¿hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándonos?". La experiencia de la resurrección garantiza que la última palabra es en favor de las víctimas y no de los verdugos. Con esta garantía bien merece la pena tratar de erradicar las causas del sufrimiento, construyendo con paz y esperanza ese futuro de vida sin muerte, que ha llegado ya en la resurrección de Jesús.
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