Periodistas "en busca de la verdad"

Acepté con gusto la invitación a participar en el Primer Encuentro Internacional de periodistas “Pro Francisco”.

Me llamó la atención que periodistas acosados por la ideología de un sistema cuyo interés prioritario es lograr el máximo beneficio con el mínimo costo, se reunieran para dialogar sobre la verdad de un fenómeno religioso. Escuchando a estos periodistas de distintas regiones no solo europeas sino también de América Latina, se veía una voluntad común: dar una información objetivamente verdadera ; no domesticada por intereses bastardos muy activos en el sistema vigente.

Su coincidencia en ese objetivo me impresionó gratamente, cuando con frecuencia los medios de comunicación sirven a quien paga, informan sobre lo que sucede pero no dicen ni por qué ni para qué sucede. Esa primera impresión positiva quedó ratificada en la declaración breve y muy pensada “Por una información religiosa, rigurosa y de calidad”, “ofreciendo voz a los empobrecidos”.

La preocupación de los periodistas por la verdad tenía como supuesto y referencia lo que hoy está sucediendo con el papa Francisco: mientras multitudes de distintas religiones y muchos no creyentes reciben su mensaje como respiro de luz en un mundo des-animado, ese mensaje no encuentra recepción deseada en el pueblo cristiano e incluso cierto rechazo en algunas autoridades eclesiásticas. Aunque y monarquismo absoluto y “papolatría” pueden ser patologías lamentables de la Iglesia, el que los periodistas se reunieran “Pro Francisco”, me hizo pensar: ¿Cuál es la verdad hoy de la Iglesia Católica?

Como observación previa y saludable, la Iglesia no es una realidad estática sino dinámica. Si bien el Evangelio como buena noticia de Dios amor y del ser humano llamado a realizarse amando es siempre el mismo la Iglesia camina como parte de un mundo cambiante donde va desglosando el único evangelio.

En la Edad Media el mundo de occidente europeo era cristiano, se identificaba con la Iglesia Católica. Cuando llegó el mundo moderno con su “mayoría de edad”, la sociedad cada vez más autónoma fue dejando a un lado la tutela de la Iglesia que, sin embargo, se resistió a perder su hegemonía. La falta de diálogo llevó a la ruptura entre mundo moderno e Iglesia que se concretó en la ruptura entre Evangelio y cultura.

Pero a mediados del siglo pasado el concilio Vaticano II miró al mundo con nuevos ojos: a pesar de sus muchas sombras, esta humanidad y las realidades entre las que vive, siguen bendecidas y acompañadas por Dios; por eso fuera del mundo no hay salvación y nada humano es ajeno a los discípulos de Jesucristo. A la dignidad de la persona corresponde actuar siempre siguiendo su conciencia y la libertad religiosa . Además, desde las Iglesias en países pobres llegaba otra instancia:- liberar a los excluidos- que no tuvo mayor incidencia en los documentos conciliares.

Después de los primeros y alborotados entusiasmos despertados por los oxigenantes aires del concilio, entró un segundo y largo periodo postconciliar donde con el enfriamiento de invierno, quedaron silenciados los indicativos conciliares de apertura . En esa situación ha llegado el papa Francisco empeñado en servir a una “Iglesia en salida”. Que abandone esa obsesión por el poder y las apariencias triunfalistas abriéndose al encuentro con Jesucristo que vivió y murió en la condición de servidor.

Una Iglesia que sea sensible y solidaria con la humanidad . Que no se considere por encima o junto a, sino “con” y como parte de la humanidad. Que no intente dominar a las personas sino que respete y promueva su dignidad, su liberad y su proceso. Desde los inicios de su ministerio como Sucesor de Pedro y sobre todo últimamente destaca la clave decisiva en la experiencia cristiana de Dios misericordioso: “la compasión es un camino privilegiado para construir la justicia”; “hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable éntrela fe y los pobres; no les dejemos solos”.

Esta orientación inspirada en el Evangelio y re-creada en el Vaticano II está marcando también los gestos y palabras de papa Francisco. Nada tiene de particular el rechazo de un mundo enfermo por la fiebre posesiva, e incluso por la incomprensión de cristianos contagiados por esa misma fiebre. La verdad de la Iglesia hoy es que está en proceso de conversión evangélica. Y en este proceso, quienes confesamos que Jesús de Nazaret fue condenado a muerte, deberíamos ver hasta normal el conflicto aún dentro de la comunidad cristiana que anhela ser lo que todavía no es.

Es gratificante que un grupo de periodistas hoy , al informar sobre la Iglesia y en general sobre el fenómeno religioso, se preocupen por “la búsqueda de la verdad” y se propongan “dar protagonismo a las víctimas de la cultura del descarte”. En esa perspectiva tiene sentido el título de su Congreso ”Pro Francisco”
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