Radicalismo evangélico e itinerancia

“No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino”

El evangelio sugiere que todos los bautizados deben ser evangelizadores. Jesús “designó otros setenta y dos y los mandó por delante”. Bíblicamente el número setenta evoca la totalidad. El detalle tiene gran interés pues viene a decir que la Iglesia se constituye en la misión, y ésta no es sólo de obispos y de algunos colaboradores inmediatos, sino de todos los bautizados.

Para responder a esta vocación misionera es decisivo el radicalismo. Es verdad que hoy no estamos ni en el tiempo de Jesús ni en el tiempo de generaciones cristianas que nos han precedido. Podemos y debemos servirnos de medios imprescindibles para la proclamación del evangelio. Pero quede bien claro que cada vez es más imprescindible abandonar la lógica del poder, de la imposición y de las apariencias triunfalistas.

3. Y como expresión de este radicalismo, la itinerancia: estar siempre de camino sin dejarnos atrapar por los ídolos o falsos absolutos que nos salen al camino. Al menos entre los dominicos hablamos mucho de itinerancia. Y hace unos años se aireó mucho la misión de frontera. Pero con el tiempo se va viendo que la itinerancia no es sólo estar en regiones o espacios que te sacan de tu propia región o cultura, ni sólo correr de casa en casa distribuyendo ejemplares de los evangelios. Implica sobre todo una actitud personal profunda y continua de apertura y confianza en el futuro. Cuando falta esa espiritualidad personal, tanto vivir en barrios pobres como las prácticas religiosas con horarios inmutables, pueden ser cobertura y sutil encubrimiento de la nefasta instalación
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