Reino de vida y perdón

1.Siempre me dan miedo los títulos triunfalistas que fácilmente los mismos cristianos colgamos a Jesús de Nazaret. Cuando le proclamamos “Cristo rey del universo” viéndolo por encima de todos los poderosos que dominan al mundo y dispuesto a desenvainar la espada para terminar con sus abusos, nos equivocamos. Su reino tiene otra lógica distinta y desconcertante: no funciona por violencia sino con la lógica del amor que se da. Esta lógica del amor responde al latido más profundo del corazón humano cuyas razones sobrepasan a la racionalidad de nuestras cabezas: toda persona humana está siendo continuamente creada desde el amor, tiene una dignidad inviolable y nunca puede ser irreverentemente utilizada.

2. Esta experiencia que inspira los anhelos de más humanidad, choca duramente con la monstruosidad de quienes, impulsados por sentimientos religiosos o instintos de venganza, arrasan la vida de los otros, olvidando que a todos nos afirma las única Presencia de amor y todos llevamos escrita en nuestra frente la prohibición “no matarás”. Según el evangelio la única guerra que humaniza y es camino para construir la verdadera paz, es la guerra que se libra dentro de uno mismo entre la pretensión de ser absoluto que a todos nos enferma, y el ansia de ternura que, como imágenes del Creador, a todos nos habita.

No creo que hoy un guerra pueda ser justa, como no creo que vayamos hacia más humanidad con la lógica de la venganza y matando sin más a nuestros enemigos. Aunque prefiero el diálogo a los enfrentamientos, cuando a principios de siglo se declaró la guerra del Golfo, decidí publicar en “El mundo” mi no rotundo a esa invasión violenta contra Irak. Y ahora, mientras con los hermanos franceses condeno y lloro el monstruoso atentado, me pregunto :¿dónde comienza la espiral de violencia y cómo cortar la trama?

3. Durante los últimos meses he tenido la oportunidad de conocer la situación del mundo obrero en nuestra sociedad española, con la provisionalidad, deterioro y desamparo que sufren miles de personas trabajadoras, mientras la riqueza se amontona en manos de pocos cada vez más ricos ¿Nos está montada nuestra organización social sobre una ideología de individualismo y violencia? Si estamos tratando a las personas como material desechable cuando no son económicamente rentables para lograr el máximo beneficio económico individualista, ¿ no estamos matando su dignidad y su vida?. Si seguimos con esa lógica ¿qué argumentos podemos esgrimir contra fanáticos religiosos capaces de asesinar brutalmente a tantas personas?

Con esta dura realidad encima y sin cambiar de cuajo este corazón de piedra, no es fácil seguir confiando en la buena noticia de Navidad: “paz a los seres humanos porque Dios a todos ama”. Y sin embargo sólo en esa clave y en ese horizonte “de vida y de perdón”, se pueden curar las heridas de este mundo cuya globalización sugiere que todos somos una sola familia, y cuyo proceso, pervertido por la fiebre posesiva, nos destruye a todos.
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