Religión farisaica y el testimonio de la luz (14,12.14)
“Surgió un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan; venía como testigo para dar testimonio de la luz”
El pueblo judío donde nació Jesús de Nazaret leía la Biblia y esperaba la realización de las promesas. Políticamente seguía siendo una colonia de Roma y deseaba la liberación. Por otra parte la religión practicada tampoco era liberadora; muchos ritos y muchos preceptos que fomentaban la injusticia discriminando a los más indefensos tachados de impuros y pecadores En esta situación un profeta llamado Juan, hijo de un sacerdote judío llamado Zacarías, rompió con esas prácticas religiosas vacías y encubridoras de la injustica, salió del templo y se fue al desierto proclamando el camino para la verdadera liberación: “el que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene y el que tenga comida haga lo mismo”.
La predicación de Juan trastornaba el orden religioso establecido. Por eso “los sacerdotes y levitas” que mantenían el culto religioso en el templo de Jerusalén interpelan al Bautista: ¿con qué autoridad propones ese nuevo camino de liberación? ¿ acaso eres tu Elías o el Profeta que ha de venir? Juan responde: “soy la voz que grita en el desierto”. Según la tradición bíblica el desierto es lugar del encuentro con la voz de Dios: “misericordia quiero y no sacrificios rituales”..
Profeta en la Biblia es el portavoz de Dios y portador de esperanza para el pueblo. Juan Bautista fue profeta siendo testigo que da testimonio de la luz, del camino a seguir para que la presencia de Dios emerja y se manifieste en nuestra conducta. Cuando fuimos bautizados simbólicamente recibimos una vela encendida para expresar lo que debe ser nuestra existencia toda ella bautismal. La luz que hoy necesitamos los cristianos y necesita nuestra sociedad es la esperanza, mirar confiadamente al porvenir. Y es aquí donde debemos ser luz. La esperanza no es decir ingenuamente que todo irá bien; ni garantía de todo funcionará con éxito descartando el sufrimiento. Nuestra esperanza es teologal, se apoya en Dios revelado en Jesucristo. Nos ama incondicionalmente; con poder para llamar a las cosas que no son para que sean. Su amor es luz que brilla en la noche. Por eso, en medio de la oscuridad y escollos del camino, San Pablo se atreve a decirnos hoy: “estad siempre alegres”.
El pueblo judío donde nació Jesús de Nazaret leía la Biblia y esperaba la realización de las promesas. Políticamente seguía siendo una colonia de Roma y deseaba la liberación. Por otra parte la religión practicada tampoco era liberadora; muchos ritos y muchos preceptos que fomentaban la injusticia discriminando a los más indefensos tachados de impuros y pecadores En esta situación un profeta llamado Juan, hijo de un sacerdote judío llamado Zacarías, rompió con esas prácticas religiosas vacías y encubridoras de la injustica, salió del templo y se fue al desierto proclamando el camino para la verdadera liberación: “el que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene y el que tenga comida haga lo mismo”.
La predicación de Juan trastornaba el orden religioso establecido. Por eso “los sacerdotes y levitas” que mantenían el culto religioso en el templo de Jerusalén interpelan al Bautista: ¿con qué autoridad propones ese nuevo camino de liberación? ¿ acaso eres tu Elías o el Profeta que ha de venir? Juan responde: “soy la voz que grita en el desierto”. Según la tradición bíblica el desierto es lugar del encuentro con la voz de Dios: “misericordia quiero y no sacrificios rituales”..
Profeta en la Biblia es el portavoz de Dios y portador de esperanza para el pueblo. Juan Bautista fue profeta siendo testigo que da testimonio de la luz, del camino a seguir para que la presencia de Dios emerja y se manifieste en nuestra conducta. Cuando fuimos bautizados simbólicamente recibimos una vela encendida para expresar lo que debe ser nuestra existencia toda ella bautismal. La luz que hoy necesitamos los cristianos y necesita nuestra sociedad es la esperanza, mirar confiadamente al porvenir. Y es aquí donde debemos ser luz. La esperanza no es decir ingenuamente que todo irá bien; ni garantía de todo funcionará con éxito descartando el sufrimiento. Nuestra esperanza es teologal, se apoya en Dios revelado en Jesucristo. Nos ama incondicionalmente; con poder para llamar a las cosas que no son para que sean. Su amor es luz que brilla en la noche. Por eso, en medio de la oscuridad y escollos del camino, San Pablo se atreve a decirnos hoy: “estad siempre alegres”.