Cuando Santo Tomás de Aquino ya no es fiesta grande

Siendo estudiante y joven profesor en Salamanca, celebrábamos la fiesta de Santo Tomás el 5 de marzo que venía bien como un oasis en cuaresma. Era un día muy señalado : con nuevas misas polifónicas y con un solemne acto académico en el paraninfo del “alma mater”, presidido por obispo y rectores de los distintos centros universitarios, que concluía con el “Gaudeamus igitur”. Pasados cincuenta años de aquellos aires salmantinos, hoy celebro esa fiesta, ya cambiada de fecha, sin mayor relevancia, en la eucaristía con otros dos frailes. Esa celebración sencilla, donde hemos leído el evangelio “vosotros sois la sal de la tierra”, me ha brindado la oportunidad para reflexionar un poco en las sugerencias que ayer nos brindó fr Jesús Díaz Sariego, provincial de “Hispania” en una visita fraterna.

1. Estamos viviendo tiempos de cambio: en la sociedad, en la iglesia y en la orden. Es necesario despertar y actualizar nuestro carisma de itinerancia que, según el Maestro V. De Cuesnongle, es para los dominicos “prioridad de prioridades” Al menos para mí, Tomás de Aquino es admirable por su síntesis teológica; pero sobre todo me atrae porque fue capaz de vislumbrar los reclamos de humanismo que despuntaban ya en el s. XIII y abrían a la modernidad. En un opúsculo que escribió sobre la necesidad de que surgen nuevas formas de vida religiosa en la Iglesia, impresiona la infinidad de veces que sale el calificativo: “nuevos problemas”“nuevas soluciones”, “nuevos métodos”, “nuevas formulaciones"...

2. Llamada a la responsabilidad personal y a la corresponsabiliad . Según el concilio, todos hemos sido puestos en manos de nuestra propia decisión. Ni las instituciones ni los distintos ministerios en la gerencia de las mismas, hoy nos pueden dispensar de ser nosotros mismos, y responsabilizarnos de ser fieles a nuestra vocación comunitaria siendo corresponsables para llevar a cabo la misión. Ya conocemos la historia del joven Tomás cuando, con la oposición de su propia familia, decidió entrar en una congregación religiosa pobre y sin relevancia social. Su reflexión teológica fue siempre un apasionado empeño por abrir de forma responsable y arriesgada nuevos caminos, sufriendo a veces duras consecuencias. Respiró el mismo espíritu que Domingo de Guzmán: “yo se bien lo que me hago”.

3. La clave para la Iglesia evangelizadora y en ella para los dominicos, está en vivir la fe como experiencia personal. Tomás de Aquino fue un gran místico. Consciente de que todas las formulaciones teóricas sólo son aproximaciones al contenido último de la fe, supo experiencia en los himnos poéticos sobre la eucaristía.

4. Ir hacia los que no nos esperan. Primero, ir a muchos fuera o cada vez más alejados de los marcos eclesiales. Además de la Suma Teológica, Tomás de Aquino escribió la Suma para dialogar con los no cristianos, concretamente con los musulmanes y filósofos que discurren desde la sola razón. Segundo, ir a muchos que tampoco nos esperan e incluso podemos resultar molestos dentro de la misma Iglesia. La Suma Teológica, tan celebrada después, supuso una gran novedad en la versión de la fe que resultó incómoda para una teología y una comunidad cristiana estancadas en el pasado. No olvidemos que, antes de ser proclamado doctor universal, Tomás sufrió el rechazo y la condena de sus propios correligionarios.

Así ha discurrido mi meditación matutina celebrando en la sencillez la memoria de aquel maestro tan significativo para mi vocación dominicana, También ha sido el espacio adecuado para interiorizar las sugerencias y preocupaciones que manifestó ayer el Provincial en nuestro diálogo comunitario.
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