Tomas de Aquino “herencia y misión incumplida." (28.1.17)
Tomás de Aquino ha sido el maestro más reconocido en la Iglesia católica. En la segunda mitad del s. XIX y en la primera del s. XX, los papas le han propuesto como “maestro universal”. Los dominicos tenemos buen fundamento para ver en Tomás de Aquino la referencia indiscutible para la tradición intelectual de la Orden y doy gracias por haber tenido como texto para mi formación la Suma Teológica . Su apertura dialogante con la filosofía griega y árabe, el sistema racional, articulación entre razón y fe, su escucha de la verdad venga de donde viniere y su interpretación de la teología como reflexión de un creyente, siguen siendo para indicativos saludables para vocación teológica.
Pero indudablemente parecidas virtudes y talante similar han tenido y tienen otros teólogos que la misma Iglesia celebra y propone como ejemplo a seguir. Por lo demás en los últimos ocho siglos la reflexión teológica como servicio a la fe viene dando pasos muy significativos. La fe sólo existe y es real en los creyentes que nacen y avanzan en la historia donde la humanidad va descubriendo nuevas virtualidades y nuevos horizontes. Tomás de Aquino, como todos los mortales , vivió e hizo su teología en un tiempo determinado del s. XIII, y no pudo conocer las nuevas aportaciones de los últimos ocho siglos. Entonces ¿puede seguir siendo maestro para los teólogos y en general para los cristianos del siglo XXI?.
Karl Rahner, un gran pensador jesuita del siglo pasado escribió: “el pensamiento de Santo Tomás se halla todavía en camino; es a la vez herencia y misión incumplida” ¿Qué intentaba decir con eso?
Con fina sensibilidad evangélica, y no sin provocar escándalo entre los ortodoxos teólogos de su tiempo, Tomás de Aquino valoró y se sirvió de la filosofía griega para dar nueva versión de la fe cristiana. Pero introdujo una novedad singular. Esa filosofía tenía como centro determinante el cosmos dentro del cual estaba el ser humano racional. Pero el maestro medieval da un viraje. Pone como centro al ser humano que viene a ser centro y criterio de juicio que da sentido a las demás criaturas. En otras palabras, inicia la época moderna donde se vienen sucediendo distintas corrientes humanistas cuyo denominador común es apoyar y defender la dignidad y la centralidad del ser humano. Pero en Tomás de Aquino el humanismo lejos de olvidar al Creador , se apoya en la condición del ser humano como su imagen; somos autónomos y libres porque una Presencia de amor nos fundamenta e impulsa.
El Vaticano II escucha el reclamo humanista del mundo moderno y se posiciona en esa herencia de Santo Tomás . La persona humana tiene una dignidad inviolable y es medida de todo lo creado : “el ser humano ha sido puesto en manos de su propia decisión”; ”todos los bienes de la tierra deben l ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos”. Pero el ser humano tampoco es centro absoluto: si bien es legítima su autonomía sobre las realidades creadas cuyas “leyes y valores ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco”, no puede ejercer esa autonomía “sin referencia al Creador, pues la creatura sin el Creador desaparece”.
En este sentido , como muy bien apunta Rahner, la herencia de Santo Tomás todavía está “de camino”, es “misión incumplida.”, Primero, porque la visión del Vaticano II aún n ha sido universalmente asimilada en la Iglesia. Segundo porque, como ya denunció Pablo VI al clausurar el Concilio, en nuestro mundo se h impuesto el humanismo ateo como “una religión del hombre que se hace Dios”
Se comprende que hoy todavía renueve mi compromiso por seguir, en mi vocación como teólogo, a Santo Tomás como maestro insuperable.
( redactado para su publicación en "Ecclesia")
Pero indudablemente parecidas virtudes y talante similar han tenido y tienen otros teólogos que la misma Iglesia celebra y propone como ejemplo a seguir. Por lo demás en los últimos ocho siglos la reflexión teológica como servicio a la fe viene dando pasos muy significativos. La fe sólo existe y es real en los creyentes que nacen y avanzan en la historia donde la humanidad va descubriendo nuevas virtualidades y nuevos horizontes. Tomás de Aquino, como todos los mortales , vivió e hizo su teología en un tiempo determinado del s. XIII, y no pudo conocer las nuevas aportaciones de los últimos ocho siglos. Entonces ¿puede seguir siendo maestro para los teólogos y en general para los cristianos del siglo XXI?.
Karl Rahner, un gran pensador jesuita del siglo pasado escribió: “el pensamiento de Santo Tomás se halla todavía en camino; es a la vez herencia y misión incumplida” ¿Qué intentaba decir con eso?
Con fina sensibilidad evangélica, y no sin provocar escándalo entre los ortodoxos teólogos de su tiempo, Tomás de Aquino valoró y se sirvió de la filosofía griega para dar nueva versión de la fe cristiana. Pero introdujo una novedad singular. Esa filosofía tenía como centro determinante el cosmos dentro del cual estaba el ser humano racional. Pero el maestro medieval da un viraje. Pone como centro al ser humano que viene a ser centro y criterio de juicio que da sentido a las demás criaturas. En otras palabras, inicia la época moderna donde se vienen sucediendo distintas corrientes humanistas cuyo denominador común es apoyar y defender la dignidad y la centralidad del ser humano. Pero en Tomás de Aquino el humanismo lejos de olvidar al Creador , se apoya en la condición del ser humano como su imagen; somos autónomos y libres porque una Presencia de amor nos fundamenta e impulsa.
El Vaticano II escucha el reclamo humanista del mundo moderno y se posiciona en esa herencia de Santo Tomás . La persona humana tiene una dignidad inviolable y es medida de todo lo creado : “el ser humano ha sido puesto en manos de su propia decisión”; ”todos los bienes de la tierra deben l ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos”. Pero el ser humano tampoco es centro absoluto: si bien es legítima su autonomía sobre las realidades creadas cuyas “leyes y valores ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco”, no puede ejercer esa autonomía “sin referencia al Creador, pues la creatura sin el Creador desaparece”.
En este sentido , como muy bien apunta Rahner, la herencia de Santo Tomás todavía está “de camino”, es “misión incumplida.”, Primero, porque la visión del Vaticano II aún n ha sido universalmente asimilada en la Iglesia. Segundo porque, como ya denunció Pablo VI al clausurar el Concilio, en nuestro mundo se h impuesto el humanismo ateo como “una religión del hombre que se hace Dios”
Se comprende que hoy todavía renueve mi compromiso por seguir, en mi vocación como teólogo, a Santo Tomás como maestro insuperable.
( redactado para su publicación en "Ecclesia")