Trabajar por la vida es criterio de moralidad ( 4.1.15)
“En la Palabra está la vida y la vida es la luz de los hombres; viniendo a este mundo, la Palabra ilumina a todo ser humano”
1. En tiempo de Jesús algunos religiosos cualificados pensaban que la norma y el criterio para una conducta buena era cumplir leyes y prácticas religiosas. Pero el evangelio, siguiendo la conducta del Maestro, dice que el criterio de verdad y de bondad no es tanto el cumplimiento de preceptos y prácticas religiosas cuanto la preocupación y el compromiso por la vida; la propia, la de los otros y de la creación.
2. La Palabra de Dios se ha hecho carne. Primero en Jesucristo; con su forma de vivir y de morir Jesús de Nazaret fue la Palabra de Dios en la condición débil histórica que promovió la vida para todos curando enfermos, defendiendo a los pobres y excluidos, entregándose totalmente a ese proyecto de vida para hasta la muerte Segundo, la encarnación continúa de algún modo en todo ser humano cuya realización tiene como referencia la conducta histórica de Jesucristo. Seremos buenos en la medida en que transmitamos vida y hagamos lo posible que todos tengan una vida digna. Cosa nada fácil en una sociedad que fomenta el individualismo y la rivalidad a muerte, forjando un perfil de ser humano narcisita e incapaz de no amar a nadie fuera del él mismo.
3. Y esa Palabra “ilumina a todos los seres humanos”. Una visión nueva de la humanidad, toda ella en los brazos de Dios que imprime su Palabra en la conciencia de todos. Es en el eco de esa voz que brota en su propia intimidad, donde los seres humanos tienen la referencia primera e insustituible para su conducta moral Nadie debe actuar en contra de su conciencia, si bien también debe hacer todo lo posible por formarla en orden a que dictamine rectamente. Esta nueva visión amplía el horizonte para que confiemos y miremos con esperanza los pasos adelante que va dando la humanidad en la mejora de vida para todos. En esa búsqueda se inscriben las Declaraciones sobre derechos y deberes humanos vienen a ser como marco e imperativo de una práctica siempre pendiente.
1. En tiempo de Jesús algunos religiosos cualificados pensaban que la norma y el criterio para una conducta buena era cumplir leyes y prácticas religiosas. Pero el evangelio, siguiendo la conducta del Maestro, dice que el criterio de verdad y de bondad no es tanto el cumplimiento de preceptos y prácticas religiosas cuanto la preocupación y el compromiso por la vida; la propia, la de los otros y de la creación.
2. La Palabra de Dios se ha hecho carne. Primero en Jesucristo; con su forma de vivir y de morir Jesús de Nazaret fue la Palabra de Dios en la condición débil histórica que promovió la vida para todos curando enfermos, defendiendo a los pobres y excluidos, entregándose totalmente a ese proyecto de vida para hasta la muerte Segundo, la encarnación continúa de algún modo en todo ser humano cuya realización tiene como referencia la conducta histórica de Jesucristo. Seremos buenos en la medida en que transmitamos vida y hagamos lo posible que todos tengan una vida digna. Cosa nada fácil en una sociedad que fomenta el individualismo y la rivalidad a muerte, forjando un perfil de ser humano narcisita e incapaz de no amar a nadie fuera del él mismo.
3. Y esa Palabra “ilumina a todos los seres humanos”. Una visión nueva de la humanidad, toda ella en los brazos de Dios que imprime su Palabra en la conciencia de todos. Es en el eco de esa voz que brota en su propia intimidad, donde los seres humanos tienen la referencia primera e insustituible para su conducta moral Nadie debe actuar en contra de su conciencia, si bien también debe hacer todo lo posible por formarla en orden a que dictamine rectamente. Esta nueva visión amplía el horizonte para que confiemos y miremos con esperanza los pasos adelante que va dando la humanidad en la mejora de vida para todos. En esa búsqueda se inscriben las Declaraciones sobre derechos y deberes humanos vienen a ser como marco e imperativo de una práctica siempre pendiente.