Visita del papa Francisco a Cuba y Estados Unidos
En el s. XVIII la Ilustración lanzó los anhelos del mundo moderno: libertad, igualdad y fraternidad. El clamor de libertad tuvo su eco en las revoluciones francesa y americana. Ya en el campo de la economía plasmó ese reclamó el escocés Adam Smith en “La riqueza de las naciones”, 1776 , que pone las bases del liberalismo económico. Pero el proceso de este sistema no ha sido correcto. Los burgueses ocuparon los puestos de los señores feudales y la libertad fue sólo para ellos, hasta degenerar en la desigualdad injusta. Referencia más destacada de este sistema que se ha implantado en el mundo, es hoy los Estados Unidos de América “patria de las libertades”, pero al mismo tiempo, ya en un mundo globalizado, esa patria se ve cuestionada por la desigualdad, discriminaciones, inmigrantes, fundamentalismos que desfiguran la faz de nuestra tierra.
En el siglo XIX el anhelo de igualdad tomó cuerpo en la revolución socialista de Marx que a la hora de la verdad en su versión histórica también fracasó porque la lógica del poder acabo sofocando las libertades. Ante el colonialismo con distintas versiones y el imperialismo intolerable, la revolución cubana de 1959 fue dentro de los pueblos latinoamericanos, un gesto profético: estos pueblos deben ser liberados de la dependencia que no les deja ser ellos mismos y de la injusticia que causa tanta desigualdad y empobrecimiento. Pero en su proceso la revolución cubana parece que tampoco ha respondido a su inspiración universal. El injusto bloqueo mantenido por los EE.UU dio pie para un bloqueo dentro de la sociedad cubana, con el peligro de caer en el totalitarismo del poder que sofoca la libertad, la responsabilidad y la creatividad de las personas.
En sus intervenciones el papa Francisco no aportó soluciones políticas que deben darse cada pueblo a sí mismos: “Jesús no teme a la humanidad y a las distintas búsquedas que ésta realiza”. La Iglesia no puede interrumpir ni suplir los procesos de los pueblos que por sí mismos deben construir su futuro de bien común. Pero l como el buen fiel al estilo de Jesucristo y con actitud del buen samaritano, “asume nuestras búsquedas, nuestras aspiraciones y las da un nuevo horizonte”. En el proceso de los dos sistemas se ha olvidado “la fraternidad” que también salió, aunque con reticencias en eslogan de la revolución francesa.
Y este es el mensaje que ha llevado el papa Francisco: “La voz de la fe que es una voz de fraternidad y de amor que busca sacar lo mejor de cada persona y de cada sociedad “ . Voz que suscita “la lógica del amor; una lógica capaz de ser vivida por todos, porque es para todos”. En esa lógica debe proceder la conducta de las personas y de los pueblos: “Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás”. Los gobernantes “tienen que defender y custodiar la dignidad de todos sus conciudadanos en la búsqueda constante y exigente del bien común; fortalecer el crecimiento de todos especialmente de los que están en situación de mayor vulnerabilidad y riesgo”. Desde esta clave hay que leer todas las intervenciones del papa Francisco en su viaje apostólico a Cuba y a los Estados Unidos.