Vivir dando fruto (28.2.16)

En el primer domingo de cuaresma recibimos la invitación a ser libres de falsos absolutos. Para lograrlo, en el segundo domingo la liturgia nos recordó que en Jesucristo también nosotros somos hijos amados de Dios. Y hoy la Palabra destaca la necesidad de nuestra colaboración. En su catequesis el evangelista Lucas incluye dos dichos de Jesús explicitando la recomendación de San Balo en una carta a la comunidad cristiana de Corinto.


1. San Pablo evoca el significado del bautismo que ya estaba prefigurado en el relato bíblico sobre el paso del mar Rojo donde gracias al agua los esclavizados fueron liberados de la opresión. Pero el apóstol comenta que muchos de ellos no respondieron a este amor gratuito liberador y murieron en la travesía del desierto. Y añade: “estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo hicieron nuestros padres”. En otras palabras, San Pablo sugiere que debemos actualizar cada día nuestra vocación bautismal y en esa instancia se comprende hoy el evangelio según san Lucas

2. Las desgracias no son castigo de Dios. En tiempo de Jesús como en nuestro tiempo la injusticia, el crimen, las catástrofes naturales ensombrecen el horizonte. Según el evangelio, algunos se acercaron a Jesús interpretando como castigo de Dios la muerte de algunos revolucionaros galileos dictada por Pilato, gobernador de Roma, y el derrumbe de la torre de Siloé donde varios murieron aplastados. Jesús viene a decir: esa violencia brota del corazón humano que, lejos de convertirse al amor de Dios, se cierra en sí mismo. Es verdad que todo sucede en Dios, pero no todo lo que sucede en el mundo y en nosotros es querido y causado por El. Según la experiencia de Jesús, el “Abba” es amor, no sabe más que amar. No existe una divinidad chapucera que a uno castiga con un cáncer y a otro beneficia con el cupón de la suerte. La violencia que desfigura hoy a nuestro mundo reclama una conversión de cada uno al evangelio de la fraternidad.

3. Aquí viene la llamada urgente a esa conversión con el símil de la higuera que no da fruto dulce para que los seres humanos tengan vida. ¿Merece la pena mantener la higuera que sigue aparentemente verde y sana, pero que no que se queda sólo en apariencias? ¿ para que sirven las solemnes declaraciones sobre derechos si se quedan en buenos deseos? ¿merece la pena presentarnos como cristianos incluso de práctica religiosa, pero sin llevar una conducta ética, un estilo de vida evangélica que a todos nos ayude a crecer en humanidad?
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