Voz profética en la Conferencia Episcopal

En 1994 salió el documento “La Iglesia y los pobres”. Ahí la Conferencia Episcopal, con una frescura evangélica y con un lenguaje que todos entendían animó a la comunidad cristiana en la construcción de una sociedad más justa optando por la causa justa de los excluidos y socialmente insignificantes. Veinte años después, por fin la Conferencia de obispos retoma la causa de los pobres, denunciando la injusticia social en nuestra economía, y apuntado desde el evangelio los principios para superarla. La Instrucción “La Iglesia servidora de los pobres” que salió de la Conferencia Episcopal celebrada en abril, es novedosa no sólo como signo de renovación en la Conferencia sino también por su contenido de ardiente brío profético. Los obispos “intentan mirar a los pobres con la mirada de Dios que se nos ha manifestado en Jesús”. “No a la economía de exclusión; a esta economía que olvida a tantas personas, que no se interesa por los que menos tienen, que los descarta convirtiéndolos en sobrantes, en desechos”. Nuestra iglesia local entra en sintonía con la preocupación y orientaciones de los dos últimos papas.

Precisamente por la novedad y talante profético de la Instrucción, extraña más la irrelevancia de la misma en los medios de comunicación y me temo que en la misma comunidad cristiana ¿Qué factores pueden estar influyendo en este fenómeno?

1. Ya en la segunda etapa postconciliar salieron documentos importantes sobre la cuestión social. Pensemos por ejemplo en las encíclicas “Sollicitudo rei socialis”(1987). “Centesimus Annus”(1991) y más reciente, “Caritas in veritate” (2005). Pero da la impresión de que estos documentos no han tenido la debida recepción en la comunidad católica española de las dos últimas décadas. Se ha dado prioridad a movimientos y grupos que fomentan una espiritualidad donde los problemas sociales entran sólo tangencialmente. Poco a poco se fue apagando aquel fervor por la justicia social que respiraban por los años 70 del siglo pasado comunidades cristianas en las periferias de las grandes ciudades y en las publicaciones católicas de aquellos años. La ideología del neoliberalismo económico fue narcotizando también al profetismo de la comunidad cristiana en el terreno social.

2. A raíz de Concilio, la Conferencia Episcopal Española publicó documentos muy oportunos orientando sobre la conducta de los cristianos en cuestiones candentes para la organización social. Valgan como ejemplo “Actitudes cristianas ante la situación económica de España”, 1974 (Comisión Permante). Con la misma preocupación social y en ese mismo año fue bien significativa la Conferencia Episcopal Tarraconense: “Misterio Pascual y acción liberadora”. En 1984 salió el documento “Constructores de la Paz”; y en l992 “La Iglesia y los pobres”. Pero en los últimos veinte años se ha notado una cierta ausencia de la Conferencia Episcopal en la orientación sobre los problemas sociales. Ausencia más lamentable cuando venimos sufriendo la dura crisis económica que agranda las diferencias entre los pocos ricos y los muchos pobres. Tal vez los obispos se refiera a ese silencio cuando ahora declaran en la Instrucción : “Pedimos perdón por los momentos en que no hemos sabido responder con prontitud a los clamores de los más frágiles y necesitados”.

3. Debemos felicitarnos por esta voz profética de la Conferencia. Es urgente que los cristianos escuchemos esta voz y tratemos de responder con nuestra práctica de vida. Pero hay una cuestión de fondo: durante las últimas décadas en la sociedad española cada vez más plural se viene generalizando la indiferencia religiosa y hay una creciente agresividad contra la Iglesia que no es percibida por muchos como mediación creíble del evangelio. ¿Cómo corregir esa visión deformada sobre la Iglesia? En la Instrucción los obispos reconocen: “Nos están reclamando a gritos el beneficio de una nueva evangelización”. Pero la dificultad para evangelizar hoy en esta sociedad no está sólo en la complejidad cultural con el eclipse de Dios. La mayor dificultad para evangelizar hoy está dentro de la misma comunidad católica. La mayoría de los bautizados apenas conocen las orientaciones del Vaticano II, hay gran confusión sobre artículos fundamentales del credo, y en la misma celebración litúrgica se aprecia la desorientación existente. Seguimos en el dualismo de lo sagrado y lo profano, del alma y del cuerpo, la espiritualidad evasiva y las elaciones sociales sin espiritualidad. Ese dualismo no es compatible con la encarnación donde lo divino y lo humano van inseparablemente unidos. Donde la experiencia de filiación se prueba en la fraternidad. Y Donde la fraternidad se construye cada día en las relaciones sociales.
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