El amor no es problema, es oportunidad
El amor nos atolondra, salta por encima de todos los razonamientos, nos saca de nuestra propia tierra, y nos rejuvenece. Todo lo contrario del modelo narcisista de persona incapaz de trascender y de amar a nadie que no sea ella misma; su inevitable destino es la vejez, el des-animo y la muerte.
Por eso me agrada ver a jóvenes, a medianos y a mayores que todavía se aman, se besan, se acarician y se acompañan. Y el amor como apasionamiento por una causa que da sentido y dinamiza la vida, es clave para una verdadera realización humana. Cuando uno ni siquiera es capaz de amarse a sí mismo, no merece la pena vivir.
Es verdad que hoy se ha impuesto una des-moralización del sexo resaltando el valor del placer, con peligro de cosificar a las personas, olvidando la intención profunda del amor. La permisividad actual en ese terreno puede ser reacción tras una larga etapa de visión dualista y maniquea que miró siempre al placer con miedos y reservas. Esa reacción también es aleccionadora; los seres humanos deseamos ser felices, hemos sido en manos de nuestra propia decisión; solo hay futuro con discernimiento y responsabilidad personales.
Quiere decir que no hay recetas dictadas desde arriba y válidas universalmente. Pero tampoco es aceptable todo y necesitamos alguna referencia para que el amor como impulso que nos saca de nosotros mismos y nos lleva sin remedio hacia el otro, no sea problema del que huir sino la oportunidad para crecer humanamente. Por eso resulta significativa la visión del papa Francisco en la exhortación "Amoris Laetitia" cuando refiriéndose a las familias, hogar del amor, escribe: "no son un problema son principalmente una oportunidad". En el evangelio de este domingo encontramos una luz para caminar en ese proceso de humanización: “amaos unos a otros como yo os he amado”.