Sobre las apariciones de la Virgen

La visita del papa Francisco a Fátima es buena oportunidad para tocar este punto. Muchos devotos acuden al lugar de las apariciones mientras que la jerarquía eclesiástica aprueba y promueve el culto en esos lugares. Dejando a un lado en qué consisten las apariciones y la verdad de las mismas, es importante apuntar algunas claves para juzgar su valor y el sentido que pueden tener.

El desarrollo de la Iglesia está regulado por la Palabra transmitida en la tradición viva en la realidad histórica. La comunidad cristiana se mantiene fiel a esa Palabra gracias al Espíritu que continuamente la rejuvenece. Y esa fuerza del Espíritu fructifica en distintos carismas: el institucional que garantiza la continuidad en la tradición , y el carisma profético que sacude y moviliza para que la comunidad cristiana no se duerma y no se instale mientras va de camino. En este ámbito profético se sitúan las apariciones. Son revelaciones privadas cuyo cometido no es definir nuevos dogmas, dirimir cuestiones doctrinales, ni ofrecer nueva moral. Sus mensajes deben ser interpretados como solicitud amorosa, llamadas de atención para que la comunidad cristiana reanime y actualice su vocación evangélica. Ya refiriéndonos a las pariciones de la Virgen María, vienen a ser expresiones de “su colaboración para restaurar la vida sobrenatural de las almas” (Vaticano II)

¿Qué valor tienen las pariciones?

Teológicamente, el “Abba” revelado en la conducta histórica de Jesucristo no está en su trono del cielo e interviene sólo de cuando en cuando, arbitrariamente, para llamarla atención con fenómenos extraordinarios. Está más íntimo a nosotros mismos y a toda realidad como dándose como amor y dando vida. Luego n las apariciones de la Virgen más importante que los fenómenos extraordinarios, es la escucha de la voluntad de Dios en su mensaje.

Cristológicamente. El camino para nuestra realización humana o salvación es la conducta histórica de Jesucristo. Luego todas las demás revelaciones tienen que abundar en el seguimiento de Jesús: Dios amor, apuesta por la fraternidad, y compasión eficaz ante las víctimas, El mensaje de las apariciones no es aceptable como buena noticia de Dios si respira sentimientos de condena, venganza o discriminación. Es verdad que hay en la predicación de los profetas bíblicos llamadas duras de atención, incluso amenazas, pero están inspiradas en el amor. Los “ayes” de Jesús contra los arrogantes soberbios no son maldiciones sino lamentos de un amor no correspondido.

Desde la eclesiología, aceptar los mensajes de las apariciones no pertenece a los artículos del “credo”. Por lo demás cuando los obispos autorizan e incluso promueven la devoción y culto que se da en el lugar de las apariciones, no están asegurando la verdad o autenticidad de las mismas. Es una especie de “nihil obstat” que no compromete para nada la autoridad de la Iglesia. Más bien ella desde el “credo” es criterio de juicio sobre la verdad y mensaje de las apariciones.

¿Y qué sentido pueden tener las manifestaciones de religiosidad en esos lugares de aparición?

No soy dado a frecuentar los lugares donde dicen que hay apariciones de la Virgen. Pero hace muchos años estuve una semana en Lourdes con los dominicos franceses que organizaban la peregrinación del Rosario. Puedo decir que la devoción de tantos fieles me introducía en ese ámbito de gratuidad y misericordia que no cabe definir racionalmente. Es el verdadero milagro que se realiza en las personas humanas cuando se abren a esa Presencia de amor en que todos habitamos. Por eso veo normal que el Papa Francisco apruebe de nuevo esa devoción en Fátima, se deje transformar por ella y desde allí pueda proclamar de nuevo el evangelio para todos.
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