Se aprende a morir naciendo de nuevo

Hace tres años en un país fuera de España organizaron un encuentro de religiosos. La General de una Congregación lazó el eslogan de moda entonces: "tenemos que aprender a morir". Era la reacción normal: ante el declive de vocaciones religiosas, que aprendamos a desaparecer. Ahora entre nosotros, porque la mayor parte de los religiosos al menos aquí en Espala somos mayores, instancias de gobierno legítimamente preocupadas lanza un nuevo lema un poco en la misma línea: aprender a envejecer. Pero, cosa rara, Jesús de Nazaret tiene un encuentro con Nicodemo, ya entrado en muchos años, y no le dice: "aprende a morir" o "aprende a envejecer", sino que le invita a un nuevo nacimiento del Espíritu.

Cuando venía dando vueltas a esta invitación evangélica, recibo un correo de un fraile dominico, que tiene 90 años, ha sido ejemplo de fraile predicador y hora está ya retirado de actividades. No digo su nombre porque no le he pedido permiso para hacer est publicación que considero iluminadora para todos.


"Gracias por animarme a seguir escribiendo mis reflexiones. Es mi “entretenimiento” con tanto tiempo libre. Y me ayuda a revisar vivencias, encuentro motivos para bendecir a Dios a quien percibo como acompañante fiel en los largos años de mi vida.


Ahora estoy en la otra dimensión de la vida cristiana: el ámbito de la necesaria relación personal con Dios, no como causa primera, sino como padre que nos incorpora a colaborar en la obra de la creación sin dejar de ser hombres. Necesidad de “encarnar la fe” en nuestras estructuras humanas: ideas y sentimientos, conceptos y palabras,... Todo es signo de otra realidad superior. Cito el himno de laudes del viernes I: “ Así, te necesito de carne y hueso”. Tomo las cosas con calma. No tengo tiempo. Voy anotando sugerencias que van apareciendo (a veces en sueños) y después las incorporo al documento. Siempre aparece algo nuevo".
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