Sobre el desbloqueo de Cuba

He tenido la suerte de estar en ese querido pueblo cubano durante algunos años ya cuando entrábamos en nuestro siglo. No sólo percibí el rumor de su alma. Tuve también la oportunidad de ver muy de cerca logros y fracasos de la revolución así como la preocupación de la Iglesia por acompañar desde la fe a este pueblo anhelante de ser él mismo y con mucho sufrimiento a la hora de buscar el camino adecuado. Por eso, y para no dar un juicio precipitado sobre un proceso revolucionario que no se entiende ni siquiera estando en Cuba, he preferido guardar silencio.

El bloqueo económico a Cuba que durante tantos años ha mantenido Estados Unidos de América, ha sido totalmente injusto y contraproducente. Injusto, porque cada pueblo tiene derecho a su autodeterminación y elegir el régimen político que le parezca, manteniendo la convivencia con los demás pueblos.

Injusto también porque tal bloqueo ha perjudicado especialmente al pueblo sencillo, a una mayoría que son víctimas inocentes. Y el bloqueo ha sido también contraproducente. No sólo sirvió de pretexto para un “bloqueo interno” de la población. Este pueblo tan admirable por su historia y tan creativo, en las últimas décadas ha sufrido carencias muy graves y un deterioro humano intolerable. Los obispos de Cuba una y otra vez han rechazado no sólo el bloqueo externo sino también el bloqueo interno. Y buena noticia que el papa Francisco ha influido para que los gobernantes busque la forma de solucionar esa flagrante injusticia.

Dicho esto y conociendo un poco lo que durante las últimas décadas está ocurriendo en otros pueblos de A.L., siento de veras el fracaso de la revolución cubana. La globalización está procediendo con la nefasta ideología del neoliberalismo económico cuyo resultado es la exclusión de los pueblos económicamente más débiles y de las mayorías empobrecidas ¿Qué puede ocurrir en Cuba si abandonando la revolución socialista que, según parece, no ha dado resultado, entra el neoliberalismo económico y su inmisericorde lógica de la comercialización?

Tres sugerencias para pensar.

Primera. No debemos negar la legitimidad y logros al menos en su intención de la revolución cubana en 1959. Lo que no ha dado resultado ha sido la degeneración de esa revolución que quiso ser socialista y comenzó así. El fracaso no implica sin más el rechazo de la revolución socialista, que en su inspiración y entraña lleva un correctivo necesario del capitalismo salvaje, sino una variante deformada de la misma.

Segunda. ¿Podemos afirmar que, por el contrario, es válido el neoliberalismo económico que se ha impuesto en un mundo globalizado? ¿no prueban su fracaso la injusticia social y la pobreza cada vez más escandalosa mientras una minoría maneja y despilfarra los recursos a su antojo? Este sistema injusto en su raíz ¿no está negando unos derechos humanos fundamentales que los países más ricos han formulado y aceptan en sus Constituciones?

Finalmente. Gabriel García Márquez es portador en sus escritos del drama que sufren los pueblos de A.L., Cuando recibió el premio nobel, dijo algo muy significativo: es importante que se reconozca el valor literario de estos pueblos; pero ¿por qué no reconocer también su capacidad para inventar nuevas formas en su organización social sin verse reducidos a los dos grandes sistemas inventados en Europa?
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