El dinamismo de la fe cristiana (18.1.15)
“Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús” El cuarto evangelista presenta la fe cristiana como un encuentro personal con Jesucristo.
Punto de partida es la presencia de Dios que continuamente está viniendo en la intimidad de cada persona y suscitando en ella el deseo de búsqueda. Impulsado por esa presencia, Juan Bautista dejó el ámbito ritualista del templo donde servía su padre Zacarías y se fue al desierto abriéndose a la futura llegada del Mesías. Simón Pedro y Juan, sencillos trabajadores en aldeas de Galilea, escucharon esa llamada de Dios en la predicación del Bautista, y entraron en su comunidad. Los cristianos también hemos percibido es novedad en Jesucristo y hemos entrado en su comunidad que es la Iglesia donde mantenemos nuestra actitud de búsqueda.
La fe como asentimiento a esa presencia novedosa de Dios que continuamente a todos revela o autocomunica, implica una actitud de salida e impide cualquier instalación. El Bautista y sus dos discípulos, al vislumbran en Jesús, la presencia de lo nuevo, y dan un paso adelante. El Bautista reconoce que Jesús es el Mesías, “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, y acepta salir de su seguridad, menguar “para que El crezca”. Sus discípulos Pedro también se abren a la novedad de atisban en Jesús: “oyeron sus palabras y le siguieron”. En una situación cultural compleja y confusa que hoy estamos viviendo, los cristianos necesitamos abrirnos y discernir en los acontecimientos la voz de Dios encarnado, que invita salir de los recintos sagrados y dar un paso más en la confianza.
La pregunta de Simón Pedro y Juan es normal. Para seguir a Jesús deben saber dónde habita, cómo es su estilo de vida ¿Qué percibieron aquellos dos primeros discípulos en Jesús? No teorías muy sabias ni proyectos grandilocuentes sino una conducta humana de amor hasta la muerte, cuya novedad los desconcertaba, los apasionaba y no llegaron a entender nunca del todo. En su encuentro con el Resucitado -eso es la fe cristiana- tomaron conciencia de la inaudita novedad: “pasó por el mundo haciendo el bien y curando enfermos porque Dios estaba en él”; es la Palabra que como luz a todos los seres humanos ilumina. Una novedad que abre nuestros ojos y corazón de los creyentes no sólo para re-crear en la conducta de Jesús, sino también para mirar a todos los seres humanos y descubrir en todos los acontecimientos la presencia siempre nueva del “Dios-con nosotros”.
Punto de partida es la presencia de Dios que continuamente está viniendo en la intimidad de cada persona y suscitando en ella el deseo de búsqueda. Impulsado por esa presencia, Juan Bautista dejó el ámbito ritualista del templo donde servía su padre Zacarías y se fue al desierto abriéndose a la futura llegada del Mesías. Simón Pedro y Juan, sencillos trabajadores en aldeas de Galilea, escucharon esa llamada de Dios en la predicación del Bautista, y entraron en su comunidad. Los cristianos también hemos percibido es novedad en Jesucristo y hemos entrado en su comunidad que es la Iglesia donde mantenemos nuestra actitud de búsqueda.
La fe como asentimiento a esa presencia novedosa de Dios que continuamente a todos revela o autocomunica, implica una actitud de salida e impide cualquier instalación. El Bautista y sus dos discípulos, al vislumbran en Jesús, la presencia de lo nuevo, y dan un paso adelante. El Bautista reconoce que Jesús es el Mesías, “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, y acepta salir de su seguridad, menguar “para que El crezca”. Sus discípulos Pedro también se abren a la novedad de atisban en Jesús: “oyeron sus palabras y le siguieron”. En una situación cultural compleja y confusa que hoy estamos viviendo, los cristianos necesitamos abrirnos y discernir en los acontecimientos la voz de Dios encarnado, que invita salir de los recintos sagrados y dar un paso más en la confianza.
La pregunta de Simón Pedro y Juan es normal. Para seguir a Jesús deben saber dónde habita, cómo es su estilo de vida ¿Qué percibieron aquellos dos primeros discípulos en Jesús? No teorías muy sabias ni proyectos grandilocuentes sino una conducta humana de amor hasta la muerte, cuya novedad los desconcertaba, los apasionaba y no llegaron a entender nunca del todo. En su encuentro con el Resucitado -eso es la fe cristiana- tomaron conciencia de la inaudita novedad: “pasó por el mundo haciendo el bien y curando enfermos porque Dios estaba en él”; es la Palabra que como luz a todos los seres humanos ilumina. Una novedad que abre nuestros ojos y corazón de los creyentes no sólo para re-crear en la conducta de Jesús, sino también para mirar a todos los seres humanos y descubrir en todos los acontecimientos la presencia siempre nueva del “Dios-con nosotros”.