La fe cristiana como itinerario (6.10.13)
1.Con frecuencia identificamos la fe como sumisa adhesión a unas verdades que nos proponen con autoridad. Sin embargo la fe más que simple adhesión intelectual aceptando lo que no vemos ni comprendemos, es un encuentro de la persona que confía en el otro. Una experiencia muy similar al amor donde se unen sintonía profunda, confianza y entrega de la propia persona.
2.La fe cristiana es el encuentro personal con Dios revelado en Jesucristo. Un acontecimiento, una persona y un estilo de conducta que abre nuevos horizontes y da nuevo sentido a la existencia. En ese encuentro Dios tiene la iniciativa; nos está originando, y continuamente como amor viene a nosotros desde los más íntimo de nuestra intimidad, pues “en él existimos, nos movemos y actuamos”. Es lo que se ha manifestado de modo único en la encarnación –"Dios con nosotros"- y de algún modo también se manifiesta en la vida de cada ser humano. Lo dice bien el papa Francisco en la encíclica Luz de la fe: “Creer significa confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona, que sostiene y orienta la existencia, que se manifiesta poderoso en su capacidad de enderezar lo torcido de nuestra historia”.
3. En la medida en que nos abrimos confiadamente a esa presencia de Dios revelada en Jesucristo nos vamos haciendo creyentes cristianos. Vamos insertando y dando sentido a nuestra historia. “Si tuvierais fe como un grano de mostaza, trasladaríais montañas”. El grano de mostaza va creciendo cada día. Si nos abrimos cada día en todos los acontecimientos a esa Presencia que nos precede, acompaña y anima, podremos ser dueños de nosotros mismos, dar nuevo enfoque –“trasladar”- las dificultades de la existencia que a veces como rocosas montañas nos acobardan y aturden.
2.La fe cristiana es el encuentro personal con Dios revelado en Jesucristo. Un acontecimiento, una persona y un estilo de conducta que abre nuevos horizontes y da nuevo sentido a la existencia. En ese encuentro Dios tiene la iniciativa; nos está originando, y continuamente como amor viene a nosotros desde los más íntimo de nuestra intimidad, pues “en él existimos, nos movemos y actuamos”. Es lo que se ha manifestado de modo único en la encarnación –"Dios con nosotros"- y de algún modo también se manifiesta en la vida de cada ser humano. Lo dice bien el papa Francisco en la encíclica Luz de la fe: “Creer significa confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona, que sostiene y orienta la existencia, que se manifiesta poderoso en su capacidad de enderezar lo torcido de nuestra historia”.
3. En la medida en que nos abrimos confiadamente a esa presencia de Dios revelada en Jesucristo nos vamos haciendo creyentes cristianos. Vamos insertando y dando sentido a nuestra historia. “Si tuvierais fe como un grano de mostaza, trasladaríais montañas”. El grano de mostaza va creciendo cada día. Si nos abrimos cada día en todos los acontecimientos a esa Presencia que nos precede, acompaña y anima, podremos ser dueños de nosotros mismos, dar nuevo enfoque –“trasladar”- las dificultades de la existencia que a veces como rocosas montañas nos acobardan y aturden.