La gloria de Dios es que el ser humano viva (22.3.15)
“Ha llegado la hora en que sea glorificado el Hijo del hombre”
1. El evangelio de San Juan en este domingo se refiere a la muerte de Jesús. Y viene a decir que ahí tienen lugar la gloria del hombre y la gloria de Dios ¿Cómo puede ser esto? ¿No dice el evangelio que Dios quiere la vida en abundancia para todos? Curando a los enfermos en sábado ¿no dejó bien claro Jesús que la vida de la persona humana es más importante que todas las prácticas religiosas para honor y gloria de Dios? La cuestión es muy importante porque San Pablo recomienda:” glorificad a Dios en vuestros cuerpos”; “ora comáis, ora bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo para gloria de Dios”. A veces la gloria de Dios ha sido excusa para matar a las personas, o se ha como mortificación continua o renuncia total a todo lo que agrada.
2. La primera lectura en esta celebración ya da una pista. En el ámbito cultural donde de escribió la Biblia eran frecuentes los pactos o alianzas: dos pueblos firmaban amistad y se comprometían a la mutua protección. Con este lenguaje de Alianza la Biblia presenta la relación singular de Dios con el pueblo. A pesar de que este pueblo una y otra vez falla y se deshumaniza entregándose a ídolos o falsos absolutos. Dios se mantiene fiel: continuamente se da como amor invitando a que los humanos traten de de ser libres respondiendo a esa invitación de amor. Para ello da un paso más en su apoyo a la humanidad: “meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones”. Esa ley es el amor: esa fuerza que nos hace felices inspirando en nosotros el deseo y la necesidad de salir de la propia tierra buscando al otro y afirmando su vida. Amar es decir al otro: “no quiero que mueras”. Dejarle espacio muriendo a nuestro egocentrismo.
3. Ahora podemos entender mejor en qué consiste la gloria del ser humano y la gloria de Dios. Jesús de Nazaret es “la nueva alianza”: Dios-con-nosotros, “Abba” que se da totalmente como amor; y humanidad que se abre y responde incondicionalmente a ese amor. Eso es lo que tiene lugar en la muerte de Jesús que, según el cuarto evangelio incluye también la resurrección. Dios mismo como amor y ternura infinita estaba en el Crucificado inspirando amor. Y Jesús, en medio del sufrimiento, como dice la Carta a los hebreos que también hemos leído en esta celebración, “obedeció”: escuchó, confió y entregó su vida con amor. Así rubricaba lo que fue apasionamiento de toda su existencia: “que todos tengan vida”. En el apasionamiento por esa causa se realiza o encuentra su gloria el ser humano, cuya vida y felicidad es la glorificación de Dios. La imagen del grano de trigo que muere para dar vida es muy elocuente para entender la novedad de la cruz y de la existencia cristiana
1. El evangelio de San Juan en este domingo se refiere a la muerte de Jesús. Y viene a decir que ahí tienen lugar la gloria del hombre y la gloria de Dios ¿Cómo puede ser esto? ¿No dice el evangelio que Dios quiere la vida en abundancia para todos? Curando a los enfermos en sábado ¿no dejó bien claro Jesús que la vida de la persona humana es más importante que todas las prácticas religiosas para honor y gloria de Dios? La cuestión es muy importante porque San Pablo recomienda:” glorificad a Dios en vuestros cuerpos”; “ora comáis, ora bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo para gloria de Dios”. A veces la gloria de Dios ha sido excusa para matar a las personas, o se ha como mortificación continua o renuncia total a todo lo que agrada.
2. La primera lectura en esta celebración ya da una pista. En el ámbito cultural donde de escribió la Biblia eran frecuentes los pactos o alianzas: dos pueblos firmaban amistad y se comprometían a la mutua protección. Con este lenguaje de Alianza la Biblia presenta la relación singular de Dios con el pueblo. A pesar de que este pueblo una y otra vez falla y se deshumaniza entregándose a ídolos o falsos absolutos. Dios se mantiene fiel: continuamente se da como amor invitando a que los humanos traten de de ser libres respondiendo a esa invitación de amor. Para ello da un paso más en su apoyo a la humanidad: “meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones”. Esa ley es el amor: esa fuerza que nos hace felices inspirando en nosotros el deseo y la necesidad de salir de la propia tierra buscando al otro y afirmando su vida. Amar es decir al otro: “no quiero que mueras”. Dejarle espacio muriendo a nuestro egocentrismo.
3. Ahora podemos entender mejor en qué consiste la gloria del ser humano y la gloria de Dios. Jesús de Nazaret es “la nueva alianza”: Dios-con-nosotros, “Abba” que se da totalmente como amor; y humanidad que se abre y responde incondicionalmente a ese amor. Eso es lo que tiene lugar en la muerte de Jesús que, según el cuarto evangelio incluye también la resurrección. Dios mismo como amor y ternura infinita estaba en el Crucificado inspirando amor. Y Jesús, en medio del sufrimiento, como dice la Carta a los hebreos que también hemos leído en esta celebración, “obedeció”: escuchó, confió y entregó su vida con amor. Así rubricaba lo que fue apasionamiento de toda su existencia: “que todos tengan vida”. En el apasionamiento por esa causa se realiza o encuentra su gloria el ser humano, cuya vida y felicidad es la glorificación de Dios. La imagen del grano de trigo que muere para dar vida es muy elocuente para entender la novedad de la cruz y de la existencia cristiana