“Este es mi hijo amado” (11.1.14)
Celebrando el bautismo de Jesús en el Jordán leo esta frase del Evangelio, cuanto todavía me golpea ese criminal atentado en París. En este mundo nuestro, con tanta liberación lograda mediante la ciencia y la técnica, siguen atrocidades que nos dejan helados.
En las catequesis bautismales del s.IV se insistía: como Jesús de Nazaret en su bautismo, también el bautizado ha escuchado la buena noticia: “tu eres mi hijo amado”. En realidad este amor está originando, afirmando y defendiendo a todo ser humano. Todos estamos sostenidos por ese amor y llevamos escrito en nuestra frente: “no matarás”. Sin embargo como una sombra de muerte la lógica de la dominación y de la violencia sigue desfigurando el rostro humano de nuestra tierra.
Motivo de esperanza en estos últimos años está siendo la Iglesia que acentúa.
la misericordia, ese movimiento del corazón compasivo y solidario ante la miseria del otro, incluso deformado por el fanatismo, el odio y los sentimientos de venganza. El fanatismo religioso de hombres ciegos que se creen poseedores de la verdad absoluta, determinaron eliminar a Jesús de Nazaret. El fanatismo fue y a veces lacra nefasta en la historia la Iglesia. Y está siendo en todos los ámbitos de nuestra sociedad el cáncer que a nos destruye.
Según Juan de la Cruz el mirar de Dios es amar. Cómo necesitamos todos participar de esa mirada. Crecer como individuos en el amor. No como disolución de nuestro yo en el otro, ni como posesión. Sino como apertura, escucha y afirmación del otro. En la revolución francesa hubo tres reclamos: libertad, igualdad, fraternidad. Los burgueses se adueñaron, defendieron y siguen defendiendo con los dientes la libertad. Otros proclamaron la igualdad de todos en su derecho a la felicidad y a la libertad. Pero no superaremos la lógica de la dominación y de la violencia inhumanas si seguimos dejando en la sombra la fraternidad, la convicción de que todos hermanos. Cada uno cuando vivimos con sinceridad, somos una tenue rayo de luz que con los otros debemos ir desbrozando el camino hacia la verdad completa.
En las catequesis bautismales del s.IV se insistía: como Jesús de Nazaret en su bautismo, también el bautizado ha escuchado la buena noticia: “tu eres mi hijo amado”. En realidad este amor está originando, afirmando y defendiendo a todo ser humano. Todos estamos sostenidos por ese amor y llevamos escrito en nuestra frente: “no matarás”. Sin embargo como una sombra de muerte la lógica de la dominación y de la violencia sigue desfigurando el rostro humano de nuestra tierra.
Motivo de esperanza en estos últimos años está siendo la Iglesia que acentúa.
la misericordia, ese movimiento del corazón compasivo y solidario ante la miseria del otro, incluso deformado por el fanatismo, el odio y los sentimientos de venganza. El fanatismo religioso de hombres ciegos que se creen poseedores de la verdad absoluta, determinaron eliminar a Jesús de Nazaret. El fanatismo fue y a veces lacra nefasta en la historia la Iglesia. Y está siendo en todos los ámbitos de nuestra sociedad el cáncer que a nos destruye.
Según Juan de la Cruz el mirar de Dios es amar. Cómo necesitamos todos participar de esa mirada. Crecer como individuos en el amor. No como disolución de nuestro yo en el otro, ni como posesión. Sino como apertura, escucha y afirmación del otro. En la revolución francesa hubo tres reclamos: libertad, igualdad, fraternidad. Los burgueses se adueñaron, defendieron y siguen defendiendo con los dientes la libertad. Otros proclamaron la igualdad de todos en su derecho a la felicidad y a la libertad. Pero no superaremos la lógica de la dominación y de la violencia inhumanas si seguimos dejando en la sombra la fraternidad, la convicción de que todos hermanos. Cada uno cuando vivimos con sinceridad, somos una tenue rayo de luz que con los otros debemos ir desbrozando el camino hacia la verdad completa.