La indiferencia ¿octavo pecado capital? (29.9.13)
2. El pecado que como la mancha de aceite ha cundido y hoy nos está narcotizando también a los cristianos es la indiferencia. Nos está ocurriendo lo que al rico de la parábola evangélica que “vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día” insensible al pobre Lázaro que acurrucado en el portal de la casa y lleno de llagas, esperaba que al salir ese rico, bien llamado Epulón, dejara caer algunos centavos. Curiosamente la casa es común al rico y al mendigo; en principio el mundo es casa para los dos: pero la diferencia entre banquetear espléndidamente y estar muerto de hambre es abismal.
3. No consta que el rico estuviera chinchando y despreciando al pobre Lázaro. Aparentemente no hacía nada contra él y puede que incluso que fuera un judío celoso cumplidor de las prácticas religiosas. Su pecado fue la omisión: despreocuparse del pobre, pzsar del largo ignorando su presencia. Es el pecado que más sutílmente pervierte a los mismos cristianos. Causa estragos en millones de personas que no pueden vivir con dignidad. El juicio final versará no sobre prácticas religiosas sino sobre estas omisiones: “tuve hambre y no me diste de comer”. Pidamos con el himno litúrgico: ”haz de esta piedra de mis manos una herramienta constructiva; cura su fiebre posesiva y ábrela al bien de mis hermanos; que el corazón no se me quede desentendidamente frío”.