El juicio final ya comienza en el tiempo (15.11.15)
Entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con poder y majestad: enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra al extremo del cielo”
1. Donde se escribe este evangelio, estaba muy metida la visión apocalíptica que imaginaba el final de los tiempos como una gran tribulación: “la luna no dará resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán”. Y en seguida un juicio final: como un superpolicía Dios ha visto nuestros desaguisados, los tiene bien apuntados y al final ajustará cuentas Es la visión que ha quedado en el imaginario popular alimentado a veces por predicadores apocalípticos amenazantes que metían el miedo en el cuerpo de los fieles.
2. Ese miedo paralizante nada tiene que ver con el evangelio de Jesucristo: buena noticia sobre Dios que es “Abba”, ternura infinita que no sabe más que amar. En la conducta de Jesús ha venido no para juzgar y condenar al mundo sino para salvarlo. Está viniendo continuamente como amor a nosotros, y confiamos en que concluirá en nosotros y con nosotros la obra comenzada y ya perfeccionada en Jesucristo. La ternura de Dios se renueva cada día y, según la fe cristiana, es impensable una divinidad que celosa de su honor, prepara un equipo de especializados en torturas para castigar a los malhechores. Ciertamente, podemos fracasar y no llegar a nuestro destino de vida plena porque somos libres y capaces de elegir un camino equivocado de humanización. Pero ya en el fracaso llevamos el castigo. No culpemos a Dios que nos ama no porque somos buenos sino incluso cuando somos manos.
3. Sin descartar un final del mundo donde tendrá lugar la reconciliación universal, la fraternidad o plena manifestación de lo expresado en el símbolo reino de Dios, crecemos en humanidad o nos destruimos mientras caminamos por la tierra en nuestras relaciones con los demás. El juicio sobre nuestra vida lo estamos nosotros mismos mientras caminamos por la vida: “tuve hambre y me diste de comer”. En el espesor de la historia, donde todavía sufrimos muchas calamidades –terremotos, guerras, muertes injustas- está viniendo el “Hijo del hombre”, se está forjando la nueva humanidad. Merece la pena colaborar en esa tarea.
1. Donde se escribe este evangelio, estaba muy metida la visión apocalíptica que imaginaba el final de los tiempos como una gran tribulación: “la luna no dará resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán”. Y en seguida un juicio final: como un superpolicía Dios ha visto nuestros desaguisados, los tiene bien apuntados y al final ajustará cuentas Es la visión que ha quedado en el imaginario popular alimentado a veces por predicadores apocalípticos amenazantes que metían el miedo en el cuerpo de los fieles.
2. Ese miedo paralizante nada tiene que ver con el evangelio de Jesucristo: buena noticia sobre Dios que es “Abba”, ternura infinita que no sabe más que amar. En la conducta de Jesús ha venido no para juzgar y condenar al mundo sino para salvarlo. Está viniendo continuamente como amor a nosotros, y confiamos en que concluirá en nosotros y con nosotros la obra comenzada y ya perfeccionada en Jesucristo. La ternura de Dios se renueva cada día y, según la fe cristiana, es impensable una divinidad que celosa de su honor, prepara un equipo de especializados en torturas para castigar a los malhechores. Ciertamente, podemos fracasar y no llegar a nuestro destino de vida plena porque somos libres y capaces de elegir un camino equivocado de humanización. Pero ya en el fracaso llevamos el castigo. No culpemos a Dios que nos ama no porque somos buenos sino incluso cuando somos manos.
3. Sin descartar un final del mundo donde tendrá lugar la reconciliación universal, la fraternidad o plena manifestación de lo expresado en el símbolo reino de Dios, crecemos en humanidad o nos destruimos mientras caminamos por la tierra en nuestras relaciones con los demás. El juicio sobre nuestra vida lo estamos nosotros mismos mientras caminamos por la vida: “tuve hambre y me diste de comer”. En el espesor de la historia, donde todavía sufrimos muchas calamidades –terremotos, guerras, muertes injustas- está viniendo el “Hijo del hombre”, se está forjando la nueva humanidad. Merece la pena colaborar en esa tarea.