¿Habrá un juicio final? (26.11.17)

En un mundo con el eclipse de Dios y con los ojos mirando sólo a la tierra, hablar de un juicio final parece fuera de juego. Sin embargo ¿quedamos satisfechos con esta vida que, próspera o ingrata, sufre tantos silencios que culminan en la muerte sorda y muda?


1. " Vendrá a juzgar". Algunos se pasan la vida pensando sólo en el juicio final, cuando se vean ante Jesucristo que se presentará como juez. Sin embargo el que ha de venir como juez, ha venido ya, no con una metralleta para destruir a los pecadores sino con entrañas de misericordia para que todos crezcamos en humanidad. La realeza de Jesucristo no significa poder triunfalista que se impone y domina por la fuerza, sino amor que se da incondicionalmente y prueba su verdad en la muerte de cruz. Cuando movido por el amor ha sufrido torturas hasta quedar desfigurado, el evangelista Juan pone en boca del gobernador romano: “Ahí tenéis vuestro rey”

2. “Serán reunidas todas las naciones”. A lo largo de la historia el miedo ha inventado mil leyendas sobre un juicio final universal. Pero que nuestros amores llevan una intención de eternidad y quedan tronchados con la muerte, mientras la fraternidad sin sombras, símbolo del reino de Dios, sigue siendo una utopía. El evangelio nos trae la buena noticia: la historia con nuestros más hondos anhelos encontrarán satisfacción. Por tanto lo que llamamos juicio final será plena realización del amor que se manifestó en la conducta histórica de Jesús, y es el destino de la humanidad. Jesucristo derribó el muro de separación entre los pueblos, pero la división nos sigue mortificando a todos: injusticias, violencia, masacres y guerras. El paradigma bíblico de Babel donde los seres humanos ni se entienden todavía impide llegar a Pentecostés cuando todos, cada uno con su lengua comparten como hermanos. En el juicio final “será reunidas todas las naciones”.

3. “Tuve hambre y me diste de comer”. El juicio final sobre nuestra vida lo estamos dictando cada uno mientras caminamos en el tiempo relacionándonos con los demás. Cuando salimos de nuestra propia tierra para tender la mano al otro sin esperar nada a cambio, o cuando damos un rodeo para no encontrarnos con el herido y tirado en la cuneta, ya estamos pronunciando sentencia a favor o en contra nuestra; el pecado de omisión es el que más muertes genera. El juicio no versa sobre nuestros cumplimientos religiosos sino sobre nuestras obras de misericordia. “tuve hambre y no me diste de comer”. Jesús dice: ” el que cree en mí, ya está juzgado”; es decir, el que trata de re-crear en su vida la conducta de Jesús -eso significa creer- ya está dictando su juicio final.
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