A qué modelo te apuntas (27.10.13)
"Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.; ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'.
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'.
Os aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".
1. En tiempo de Jesús y en aquella sociedad judía, un fariseo era ejemplo del religioso muy cumplidor, mientras un publicano encargado de recaudar impuestos para el imperio romano era religiosamente mal visto. Pero los dos van al templo para orar. Así que la cuestión planteada no es religión sí o religión no. Lo que se plantea es cómo debe ser la verdadera práctica religiosa. Y se diseñan dos modelos.
2. Primer modelo es el fariseo. Piensa que es perfecto porque cumple con todo lo que prescribe la religión. Se considera mejor que los demás y por supuesto mejor que el publicano que religiosamente es impuro porque anda metido en cobros y cambios de dinero. Este fariseo piensa que él es centro absoluto, ha fabricado una divinidad a su medida, cumple con todo lo prescrito y esa divinidad tiene que estar satisfecha y concederle todo lo que pida. Le importa sobre todo su seguridad, y eso es lo que busca cuando sube al templo para orar.
3. Segundo modelo es el publicano. Reconoce que él es frágil, humano; “humus” en latín significa tierra. Tampoco tiene fabricada una divinidad a su medida. Pero intuye, “sin levantar los ojos”, mirando a su intimidad y escuchando la voz de su conciencia, que Dios, único centro absoluto, es misericordia. Ese amor que se hace cargo de nuestra miseria y desde dentro de nosotros nos fortalece para con nosotros salir adelante.. Más que buscar seguridades el publicano respira confianza. Se deja inundar por esa Presencia de amor, y sale del templo “justificado”, es decir revestido y transformado por la justicia de Dios que endereza todo lo torcido.
¿A qué modelo te apuntas? La respuesta es importante para juzgar sobre la verdad de nuestra práctica religiosa
El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.; ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'.
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'.
Os aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".
1. En tiempo de Jesús y en aquella sociedad judía, un fariseo era ejemplo del religioso muy cumplidor, mientras un publicano encargado de recaudar impuestos para el imperio romano era religiosamente mal visto. Pero los dos van al templo para orar. Así que la cuestión planteada no es religión sí o religión no. Lo que se plantea es cómo debe ser la verdadera práctica religiosa. Y se diseñan dos modelos.
2. Primer modelo es el fariseo. Piensa que es perfecto porque cumple con todo lo que prescribe la religión. Se considera mejor que los demás y por supuesto mejor que el publicano que religiosamente es impuro porque anda metido en cobros y cambios de dinero. Este fariseo piensa que él es centro absoluto, ha fabricado una divinidad a su medida, cumple con todo lo prescrito y esa divinidad tiene que estar satisfecha y concederle todo lo que pida. Le importa sobre todo su seguridad, y eso es lo que busca cuando sube al templo para orar.
3. Segundo modelo es el publicano. Reconoce que él es frágil, humano; “humus” en latín significa tierra. Tampoco tiene fabricada una divinidad a su medida. Pero intuye, “sin levantar los ojos”, mirando a su intimidad y escuchando la voz de su conciencia, que Dios, único centro absoluto, es misericordia. Ese amor que se hace cargo de nuestra miseria y desde dentro de nosotros nos fortalece para con nosotros salir adelante.. Más que buscar seguridades el publicano respira confianza. Se deja inundar por esa Presencia de amor, y sale del templo “justificado”, es decir revestido y transformado por la justicia de Dios que endereza todo lo torcido.
¿A qué modelo te apuntas? La respuesta es importante para juzgar sobre la verdad de nuestra práctica religiosa