Una moral samaritana (10.7.16)
“Pasó por allí un samaritano, vio al hombre caído, le dio lástima, se acercó y le vendó las heridas”
1. Con frecuencia algunos ven la moral evangélica como un complicado entramado de normas y preceptos tan innumerables que resulta imposible retenerlos y muy difícil cumplirlos. Por otra parte convertirse al Señor “con todo el corazón y con toda el alma”, es decir totalmente y en todos los momentos de la existencia, es todavía demasiado genérico y abstracto, aunque esté de algún modo grabado en nuestra intimidad. Cuando un letrado que conocía bien la Ley y practicaba meticulosamente las prácticas religiosas, preguntó a Jesús qué más necesitaba para conseguir la vida plena o su propia realización humana, Jesús no le respondió con nuevas teorías, sino indicando una forma de vivir.
2. La parábola del buen samaritano es impresionante por su realismo y su claridad. Hay un hombre, se supone que es judío - también podía ser una mujer- asaltado, magullado a golpes y medio muerto a la orilla del camino. Vienen primero dos son judíos que sirven al culto del templo. El caído puede confiar en ellos: son de su mismo pueblo y además religiosos. Pero los dos, al ver de lejos al desgraciado, dan un rodeo para no encontrarse con él. Después el hombre caído ve acercarse a un samaritano que no se relaciona y es enemigo de los judíos; además como samaritano era considerado un hereje o desviado de la verdadera tradición bíblica. De ese hombre se podía esperar todo lo peor. Sin embargo, movido a compasión, baja de su cabalgadura, deja a un lado sus programas y atiende al enfermo con una mor y una gratuidad que desbordan todas las previsiones humanas.
3. Y Jesús saca la moraleja: “haz tu lo mismo que el samaritano”. La moral cristiana debe ser compasiva. Su inspiración es la experiencia del Padre que se ha revelado en Jesucristo como misericordia. Sin esa sensibilidad evangélica, el culto y el templo no son sin más espacio donde brota la misericordia. Y sin embargo, en todos los rincones del mundo, muchas veces fuera de las religiones y de los templos, continuamente actúa el Espíritu suscitando buenos samaritanos. ¡Cómo necesita esta compasión y esta gratuidad una organización social donde sólo vale lo económicamente rentable! Cuando la corrupción parece ser ética generalizada, los que creemos en el evangelio deberíamos respirar ,modelar nuestra conducta y ofrecer así una moral samaritana,
1. Con frecuencia algunos ven la moral evangélica como un complicado entramado de normas y preceptos tan innumerables que resulta imposible retenerlos y muy difícil cumplirlos. Por otra parte convertirse al Señor “con todo el corazón y con toda el alma”, es decir totalmente y en todos los momentos de la existencia, es todavía demasiado genérico y abstracto, aunque esté de algún modo grabado en nuestra intimidad. Cuando un letrado que conocía bien la Ley y practicaba meticulosamente las prácticas religiosas, preguntó a Jesús qué más necesitaba para conseguir la vida plena o su propia realización humana, Jesús no le respondió con nuevas teorías, sino indicando una forma de vivir.
2. La parábola del buen samaritano es impresionante por su realismo y su claridad. Hay un hombre, se supone que es judío - también podía ser una mujer- asaltado, magullado a golpes y medio muerto a la orilla del camino. Vienen primero dos son judíos que sirven al culto del templo. El caído puede confiar en ellos: son de su mismo pueblo y además religiosos. Pero los dos, al ver de lejos al desgraciado, dan un rodeo para no encontrarse con él. Después el hombre caído ve acercarse a un samaritano que no se relaciona y es enemigo de los judíos; además como samaritano era considerado un hereje o desviado de la verdadera tradición bíblica. De ese hombre se podía esperar todo lo peor. Sin embargo, movido a compasión, baja de su cabalgadura, deja a un lado sus programas y atiende al enfermo con una mor y una gratuidad que desbordan todas las previsiones humanas.
3. Y Jesús saca la moraleja: “haz tu lo mismo que el samaritano”. La moral cristiana debe ser compasiva. Su inspiración es la experiencia del Padre que se ha revelado en Jesucristo como misericordia. Sin esa sensibilidad evangélica, el culto y el templo no son sin más espacio donde brota la misericordia. Y sin embargo, en todos los rincones del mundo, muchas veces fuera de las religiones y de los templos, continuamente actúa el Espíritu suscitando buenos samaritanos. ¡Cómo necesita esta compasión y esta gratuidad una organización social donde sólo vale lo económicamente rentable! Cuando la corrupción parece ser ética generalizada, los que creemos en el evangelio deberíamos respirar ,modelar nuestra conducta y ofrecer así una moral samaritana,