¿Para qué tanta oración?. 28.7.13

El interrogante tiene su fundamento. Muchas veces nuestra oración no tiene respuesta. Por otro lado, para qué pedir a Dios nada concreto si él ya sabe todo lo que necesitamos. Y sin embargo el evangelio también insiste: “pedid y se os dará”.

1. La oración es como el leguaje que brota cuando se toma conciencia del Misterio como presencia de lo inabarcable y absoluto en el fondo de la realidad mundana y de la propia subjetividad. Es la sensación que da origen a las distintas religiones cuya puesta en ejercicio incluye la oración. Aunque Jesús de Nazaret mantuvo su distancia crítica respecto a interpretaciones y formas de orar, fue también hombre de oración frecuente como atestiguan los evangelios. Como la oración es respuesta normal ante la presencia del Misterio, la percepción que se tenga del mismo, determinará la calidad de la oración.

2.Hay una forma de interpretar el Misterio y la oración que no es de recibo: hablar mucho para que la divinidad despierte y nos oiga: “cuando oréis, no os perdáis en palabras como hacen los paganos creyendo que Dios los va a escuchar por hablar mucho, pues ya sabe vuestro Padre lo que necesitáis antes que se lo pidáis”. La oración de petición para informar a Dios de nuestras necesidades y exigirle que responda no tiene sentido pues esa divinidad es invento de nuestra imaginación, cabe dentro de nuestras cabezas y consiguientemente es falsa: “si has comprendido, no es Dios” (San Agustín).

3. Pero el evangelio insiste: “pedid y recibiréis, llamad y se os abrirá”. La oración de petición está en todas las religiones, incluida la cristiana. Y es que la oración es el lenguaje normal de la fe, apertura o consentimiento a una Presencia de lo Absoluto que inesperadamente irrumpe y de algún mudo nos constituye. Según la fe cristiana, el Indecible o Inefable se ha revelado como Padre, “Abba” que nos ama no porque seamos buenos sino porque él esencialmente bueno. La oración es la forma de vivir la confianza en Dios que como amor continuamente nos fundamenta, nos sostiene y garantiza que nuestro destino es la vida. Y por tanto abarca todas las situaciones de nuestra existencia; también situaciones de peligro y angustia. Así la oración puede ser de alabanza, acción de gracias o petición. Como encuentro con el Dios revelado en Jesucristo, capaz de dar vida a los muertos y llamar a las cosas que no son para que sean, la oración de petición sitúa nuestra experiencia de dolor o necesidad en otro horizonte de consuelo y de esperanza. Valga como ejemplo la oración de Jesús poco antes de su muerte: aparentemente no fue escuchado, pero desde dentro el Espíritu le sostuvo para que entregara la propia vida por amor y confiando en el Padre. Con razón el evangelio concluye que “el Padre dará el Espíritu a los que se lo piden”
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