Los pobres de Yavé
Presentación de niño Jesús en el templo
Evangelio, Lc 2-40:
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación de ellos, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor». También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz,
como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de Él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».
Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él.
Para meditar:
Signo de contradicción. Jesús de Nazaret propone un camino de auténtica realización humana: “amaos unos a otros”. Hay que abandonar lógica del poder que se impone por la fuerza, y actuar con la lógica del amor que sirve. Jesús lamenta que los soberbios arrogantes no acepten su evangelio, y celebra ver el gozo que despierta en los sencillos. Las dos lógicas se manifiestan cuando Jesús decide ir a Jerusalén en vísperas de su muerte. A su entrada en la ciudad santa los sencillos lo reciben con alegría, mientras los poderosos arrogantes traman su condena a muerte.
El hombre justo y piadoso. En los relatos sobre el nacimiento y e infancia de Jesús, San Lucas denuncia esa doble lógica: mientras los sencillos pastores se alegran y corren para ver al niño portador de la salvación, Herodes trata de matarlo. En el evangelio que hoy leemos dos personas justas y piadosas, Simeón y Ana, reciben al Mesías. Son “los pobres de Yavé”. Personas que se abren confiadamente a la presencia de Dios, limpios de corazón, que comparten cuanto son y tienen sin esperar nada a cambio. María es de Nazaret es “la pobre del Señor.
Luz para iluminar a todas las naciones. Las dos lógicas –la del poder y la del amor- están funcionando en nuestra sociedad, e incluso en nuestra comunidad cristiana. De algún modo ya batallan en la intimidad de cada uno. El pueblo cristiano celebra hoy “La Candelaria”, en muchos lugares se hace procesión con antorchas, evocando el bautismo que significa “iluminación”. Somos invitados a vivir como “pobres de Yavé” proclamando asi el camino de perfección para toda la humanidad.