Esos profetas de la esperanza
Ya en los umbrales del tercer milenio, y en la ultima fase de su pontificado, el papa polaco seguía con un interrogante fundamental: ”el estilo de las relaciones entre la Iglesia y el mundo, en un diálogo abierto, respetuoso y cordial, acompañado sin embargo por un atento discernimiento y por el valiente testimonio de la verdad”. José María fue hombre de la Iglesia y del mundo; abierto siempre a la escucha de lo nuevo que quiere nacer y dispuesto a cambiar dejando que muera lo que debe morir.
Y me impresionaba en José María su “tranquila benevolencia”. Escuchaba, comprendía y expresaba sus puntos de vista sin agresividad siempre con una buena dosis de humor, respirando una extraña confianza en el futuro. A lo largo de mi vida, dentro de la comunidad religiosa, entre los laicos y entre los ministros ordenados, he venido encontrado “profetas de calamidades” que sólo ven peligros y amenazas para la fe cristiana en los cambios que están ocurriendo; viven arrugados, con cara de pocos amigos, como si les debes y no les pagas. Pero he tenido la suerte de encontrar a muchos más que, conscientes de los cambios a veces no propicios para la seguridad temporal de la misma Iglesia, miran la historia como maestra de la vida y descubren ahí los signos del Espíritu.
Así percibí a Juan XXIII que daba sus primeros pasos como papa cuando completaba mis estudios en Roma. Más tarde me impresionó el dominico francés Dominique M. Chenu que, ya en los últimos años de su vida y viendo la dificultosa digestión del proyecto conciliar sobre el diálogo de la Iglesia con el mundo moderno, me animaba: “ esa dificultad es normal, pero Vds deben seguir fieles a la encarnación continuada que insinúa el Concilio” En ese profetismo de la confianza en el mundo que sigue sostenido e impulsado por la fuerza de su Creador, con su vida y con su obra José María nos deja un relato creíble.
Heredia.Csta Rica, 3 de junio,2010