¿Hay razones para esperar? (18,12.16)

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“José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor, y se llevó a casa a María su mujer”

1. En adviento celebramos la dimensión de la esperanza tan esencial a nuestra existencia humana. Como nos constituye la espera, mientras vamos de camino, vivimos con esperanzas triviales: acabar una carrera, conseguir un puesto de trabajo, que nos suban el salario , que tengamos buena salud o que por un casual nos toque la lotería. La verdad que esas esperanzas triviales se pueden ir cumpliendo. Pero circunstancias personales, familiares o sociales muchas veces cierran el horizonte. Además nuestra existencia está siempre oscurecida por la sombra de la muerte implacable. Por eso urge que nos preguntemos: ¿ dónde encontrar base o fundamento para esperar, mirar serenamente al porvenir?

2. La Palabra de Dios en este 4º domingo de adviento da la clave: confianza. En la primera lectura el profeta Isaías pide confianza en Dios a un rey que, acorralado por sus enemigos y sin salida, se muere de miedo. Según el evangelio un ángel habla en sueños a José para que confíe y no abandone a su esposa María en una situación que aquel hombre justo no entiende. También María tiene que confiar y entregarse a un proyecto cuyo desenlace ignora. Aunque Dios es más íntimo a nosotros que nosotros mismos, no se manifestará si nosotros si no consentimos.

3. “El Señor está contigo”, “Dios con nosotros” El fundamento de nuestra esperanza cristiana es teologal; tiene como inspiración firme la confianza en Dios que es amor, nos ama incondicionalmente; suscita en nuestro corazón un deseo que no logramos saciar sólo consiguiendo las metas pasajeras, y no puede abandonarnos a medio camino. Confiar no quiere decir que nuestro futuro será de rosas sin espinas. Tampoco creer que, cuando llegue la enfermedad, Dios hará un milagro para suplir lo que no puede remediar la medicina. Confiar significa tomar conciencia de que, ocurra lo que ocurra, nuestra vida tiene sentido porque la ternura indefectible de Dios continuamente nos crea, nos acompaña y nos sostiene. María de Nazaret, “la pobre del Señor” es ejemplo vivo de esa confianza obra del Espíritu. El evangelio de hoy nos dice que José también es justo, “pobre del Señor” . María José son para nosotros un signo de que, si nos dejamos trabajar por el Espíritu, podemos confiar y mantener viva la esperanza incluso cuando no hay razones humanas para seguir esperando.
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