"Hasta setenta veces siete"
Todos llevamos dentro un Caín que respira. Es la reacción espontánea cuando nos vemos frustrados en nuestros anhelos o amenazados por alguien que nos complica la vida. Un odio que se alegra con la muerte del adversario.
Desde el crimen terrorista cometido en septiembre del 2001 en las torres gemelas hasta el salvaje atentado sufrido en Barcelona, el odio y la venganza una y otra vez afloran en declaraciones políticas y en gestos callejeros. Sin darnos cuenta entramos en la lógica de los terroristas que sin distingos ni consideraciones arremeten con una furgoneta segando la vida de las personas. El odio no escucha no ve, nos vuelve ciegos para vislumbrar la dignidad del otro, fomenta la violencia y el ansia de sangre.
Estos sentimientos de odio y de violencia no son ajenos a mi corazón; cuando un terrorista es eliminado, parece que se siente alivio: “se lo merecía”, “se acabó el peligro”. Pero la Palabra de Dios en este domingo desquicia esos sentimientos: “¿cómo un hombre puede guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? Hay que perdonar hasta setenta veces siete, es decir, siempre”.
Condeno al terrorismo y debemos atajarlo por todos los medios. Pero desde esa Palabra hay que desterrar en lo posible tanto el odio como la violencia. Digo en lo posible porque esos sentimientos anidan en nuestra intimidad y espontáneamente saltan. Pero al menos no dejemos que nos invadan hasta deshumanizarmos y hacernos tan monstruosos como los terroristas.
Desde el crimen terrorista cometido en septiembre del 2001 en las torres gemelas hasta el salvaje atentado sufrido en Barcelona, el odio y la venganza una y otra vez afloran en declaraciones políticas y en gestos callejeros. Sin darnos cuenta entramos en la lógica de los terroristas que sin distingos ni consideraciones arremeten con una furgoneta segando la vida de las personas. El odio no escucha no ve, nos vuelve ciegos para vislumbrar la dignidad del otro, fomenta la violencia y el ansia de sangre.
Estos sentimientos de odio y de violencia no son ajenos a mi corazón; cuando un terrorista es eliminado, parece que se siente alivio: “se lo merecía”, “se acabó el peligro”. Pero la Palabra de Dios en este domingo desquicia esos sentimientos: “¿cómo un hombre puede guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? Hay que perdonar hasta setenta veces siete, es decir, siempre”.
Condeno al terrorismo y debemos atajarlo por todos los medios. Pero desde esa Palabra hay que desterrar en lo posible tanto el odio como la violencia. Digo en lo posible porque esos sentimientos anidan en nuestra intimidad y espontáneamente saltan. Pero al menos no dejemos que nos invadan hasta deshumanizarmos y hacernos tan monstruosos como los terroristas.