El silencio de Dios en el mundo
Meditación en el Sabado santo
Andamos muy ajetreados, con prisas y agobios. Aunque gracias a los sofisticados medios, parece que estamos en comunicación con todos, la soledad es un vacío e nuestra cultura. Esta falta de sentido explica en buena parte no solo atrocidades en el ámbito social sino violencias de género que pasman y suicidios de personas que nos interrogan. Sólo en el silencio nace y se consuma lo definitivo. Necesitamos la cultura de la pausa.
El sábado santo es el día en que los templos quedan desmantelados, sin luz y en silencio; y más significativo sin el Santísimo en el sagrario. Todo un signo sacramental del mundo cuando nos encontramos con el desastre de guerras fratricidas son saber cómo pararlas. En mis años jóvenes leía novelistas como Camus, Kafka, Bernanos que se preguntaban por el silencio de Dios en el mundo, y cada uno sugería su respuesta. Hoy en la cultura líquida nada permanece, nos instalamos en la superficialidad y en el alboroto que nos impiden ser nosotros mismos. Por eso muchos buscan una cultura del sosiego y del silencio. Es lo que todos en el fondo necesitamos.
Como creyente cristiano esta mañana evoco la conducta de Jesús ante el fracaso y abandono de todos. En el silencio y en la soledad tuvo que enfrentarse al terrible acontecimiento de su muerte injusta: ¿por qué tenía que morir si había buscado hacer voluntad de Dios que es amor y quiere la vida digna para todos? ¿por qué se cortaba la trama de su vida cuando todavía su pueblo judío no se había escuchado y se había convertido al Evangelio?
Sin embargo en un momento de esa crisis,Jesús vive con singular intensidad una experiencia: “No estoy solo porque el Padre está conmigo”. Da un respiro participar esa misma fe o experiencia cuando tantos fallos encuentra uno en sí mismo, y tantas heridas supuran en este mundo que es el nuestro. En el silencio del sábado santo conforta participar la fe o confianza que sostuvo al Crucificado capaz de entregar libremente su vida por amor.