Una vida fructífera (3.5.15)
Fructífera significa portadora de fruto. Pero cómo distinguir el fruto bueno. Según el evangelio la misma viña puede dar uvas dulces que agradan al apaldar, o agrazones que provocan rechazo o agrazones
1. San Juan escribe ya para la segunda generación de cristianos que no han conocido a Jesús de Nazaret y se encuentran con él gracias la fe. Y el evangelista trata de explicarles en qué consiste ese encuentro, trayendo la alegoría o ejemplo de la viña. En ésta hay una cepa o especie de tronco en la que brotan distintos sarmientos a modo de ramas. Jesús no dice “yo soy la cepa y vosotros los sarmientos” sino “yo soy la vid, es decir, la totalidad cuya vida participáis vosotros”.
2. La fe cristiana no se reduce a creencias o aceptación intelectual de unas verdades sublimes que nos proponen con autoridad. Es más bien un encuentro personal con Jesucristo, que implica una sintonía profunda con su modo de vivir, de relacionarse con Dios con los demás. Según los evangelios, Jesús gustó la cercanía benevolente de Dios, su ternura infinita; así lo expresó con la palabra aramea “Abba”. Y desde ese encuentro con el “Abba”, Jesús fue hombre para los demás hasta las últimas consecuencias: “Como el Padre me ama, así os amo yo”.
3.”Permaneced en mí”; “permaneced en mi amor”. En esa permanencia consiste la fe cristiana. Signo de que permanecemos en Jesucristo, participando su propia vida, es el fruto que demos con nuestra forma de ser y de actual. Podemos dar uvas dulces comprensión, acogida, solidaridad, ayuda, paciencia, creatividad pensando en el otro. Y podemos dar agrazones: respirando amargura, suscitando discordias, sembrando injusticia y provocando discordia. Es verdad que a lo largo de nuestra existencia se presentan momentos duros y noches oscuras. Pero si permanecemos en esa presencia de Dios que nos ama, las dificultades y los problemas no podrán quitarnos a paz que nos da la confianza de ser amados: “si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis y se realizará”.
1. San Juan escribe ya para la segunda generación de cristianos que no han conocido a Jesús de Nazaret y se encuentran con él gracias la fe. Y el evangelista trata de explicarles en qué consiste ese encuentro, trayendo la alegoría o ejemplo de la viña. En ésta hay una cepa o especie de tronco en la que brotan distintos sarmientos a modo de ramas. Jesús no dice “yo soy la cepa y vosotros los sarmientos” sino “yo soy la vid, es decir, la totalidad cuya vida participáis vosotros”.
2. La fe cristiana no se reduce a creencias o aceptación intelectual de unas verdades sublimes que nos proponen con autoridad. Es más bien un encuentro personal con Jesucristo, que implica una sintonía profunda con su modo de vivir, de relacionarse con Dios con los demás. Según los evangelios, Jesús gustó la cercanía benevolente de Dios, su ternura infinita; así lo expresó con la palabra aramea “Abba”. Y desde ese encuentro con el “Abba”, Jesús fue hombre para los demás hasta las últimas consecuencias: “Como el Padre me ama, así os amo yo”.
3.”Permaneced en mí”; “permaneced en mi amor”. En esa permanencia consiste la fe cristiana. Signo de que permanecemos en Jesucristo, participando su propia vida, es el fruto que demos con nuestra forma de ser y de actual. Podemos dar uvas dulces comprensión, acogida, solidaridad, ayuda, paciencia, creatividad pensando en el otro. Y podemos dar agrazones: respirando amargura, suscitando discordias, sembrando injusticia y provocando discordia. Es verdad que a lo largo de nuestra existencia se presentan momentos duros y noches oscuras. Pero si permanecemos en esa presencia de Dios que nos ama, las dificultades y los problemas no podrán quitarnos a paz que nos da la confianza de ser amados: “si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis y se realizará”.