Asesinato de madrugada
Madrugada del miércoles 14 de Mayo de 2008 y un hombre joven pierde la vida a manos de ETA. Se la quitan. Juan Manuel ha sido asesinado. Era un guardia civil. Una persona. Cerca de él, niños, madres y compañeros han corrido un peligro extremo. No ha sido la naturaleza o el azar, sino ETA, una organización terrorista vasca que nos amarga la vida a los demás. Iba a decir “a todos los demás”, pero no sería cierto. A la gran mayoría de los vascos, sí. Ésta es la verdad. Pero hay una minoría que los tiene por héroes y no son pocos los que comprenden su existencia. No justifican su brutalidad, pero explican su existencia. Gracias a ellos subsiste ETA. Es una locura. No estoy de acuerdo.
ETA tiene que desaparecer. Hay que hacerla desaparecer. Es una condición para la libertad de los demás. Con ETA, no hay democracia mínimamente seria. Nuestra democracia tiene carencias, claro que sí, -quién o cuál no-, pero ETA, en el País Vasco, es la primera e incomparable dificultad. El que esté en la política, compartiendo estrategia con ETA, no puede ser reconocido como representante popular. Es otra manera de estar en “el terror”.
La política democrática en el País Vasco exige, sin duda, decirle a ETA, no, “de ningún modo”. Desmarcarse públicamente de ETA y depurar los programas políticos de su influencia y de sus réditos, es hoy un principio democrático irrenunciable. Todos los grupos políticos tienen, a este respecto, su techo de cristal. Todos han sacado, y quizá buscado, algunos réditos electorales en el diseño de sus planes antiterroristas.
Creo, honestamente, que el nacionalismo vasco democrático es el que más tiene que rectificar. Definir ante el entorno político de ETA cuál es el territorio de la democracia, es una condición fundamental. Hay demasiadas dudas. Y las dudas son el futuro de ETA. Y el futuro de ETA es asesinar según lo pueda y necesite. El círculo de la inmoralidad es diabólico. Su única escapatoria, que “con ETA y su entorno político, no”.
ETA tiene que desaparecer. Hay que hacerla desaparecer. Es una condición para la libertad de los demás. Con ETA, no hay democracia mínimamente seria. Nuestra democracia tiene carencias, claro que sí, -quién o cuál no-, pero ETA, en el País Vasco, es la primera e incomparable dificultad. El que esté en la política, compartiendo estrategia con ETA, no puede ser reconocido como representante popular. Es otra manera de estar en “el terror”.
La política democrática en el País Vasco exige, sin duda, decirle a ETA, no, “de ningún modo”. Desmarcarse públicamente de ETA y depurar los programas políticos de su influencia y de sus réditos, es hoy un principio democrático irrenunciable. Todos los grupos políticos tienen, a este respecto, su techo de cristal. Todos han sacado, y quizá buscado, algunos réditos electorales en el diseño de sus planes antiterroristas.
Creo, honestamente, que el nacionalismo vasco democrático es el que más tiene que rectificar. Definir ante el entorno político de ETA cuál es el territorio de la democracia, es una condición fundamental. Hay demasiadas dudas. Y las dudas son el futuro de ETA. Y el futuro de ETA es asesinar según lo pueda y necesite. El círculo de la inmoralidad es diabólico. Su única escapatoria, que “con ETA y su entorno político, no”.