Elogio de mi ciudad y, por ende, de la vuestra
Suceden hechos tan importantes a nuestro alrededor, y se adivinan tendencias de fondo en la economía y la cultura, tan decisivas para el futuro, que da un cierto apuro detenerse a comentar las cosas más cotidianas de la vida en la ciudad. Pensaba esto al querer felicitar a la ciudad por el contento final que han supuesto el triunfo del Tau Baskonia en la liga de Baloncesto (ACB) y la permanencia del Deportivo Alavés en segunda división. ¿Felicitar a la ciudad?
Pues sí, a la ciudad, porque son las ciudades las que salen más unidas y más ilusionadas ante el futuro. Las ciudades son seres vivos que se entristecen en los fracasos y se crecen con los logros colectivos. Dije hace poco en Araba Bizirik que yo no soy especialmente afecto a los deportes, pero reconozco que son experiencias de lucha y fiesta, de éxito y fracaso, en común.
Por eso me alegro. Porque siento que la gente sale al día siguiente reconfortada en su ánimo, y un ánimo reconfortado cada día es lo que necesitamos las personas, las ciudades y los pueblos, para superar las depresiones. Y Vitoria-Gasteiz es una ciudad algo depresiva, o por lo menos, tan contenida al valorar sus logros, que apenas se le conocen.
Al mirar mi ciudad tan de cerca, insisto, a pesar de la que está cayendo en el mundo, leo en la prensa que se ha descubierto una nueva trama de corrupción en el Ayuntamiento de Estepota. Antes Marbella, ahora Estepona. Parece el lugar común de la Costa del Sol. Y pienso en mi ciudad y me felicito. Pasarán cosas, cómo no, pero ¿verdad que no pensamos siquiera en algo semejante?
Y entonces, me pregunto, ¿qué tiene nuestra clase política que no cae en esas actuaciones tan incívicas? Ha habido casos aislados, pero no creo ser un ingenuo si digo que el intensísimo debate político, la radical oposición de proyectos políticos, tiene esta ventaja: se vigilan sin tregua y, a la mínima, salen como lobos sobre la presa. A lo mejor me excedo en lo que digo, pero pienso que la ciudad, desde la alcaldía de José Ángel Cuerda al comienzo de la democracia, no admite trapicheos con el dinero en sus principales instituciones.
Pienso en Alfonso Alonso, y se le ha podido criticar por todo, pero por “corrupciones hechas dinero”, no. Hubo un debate, que llegó a juicio, sobre un chalé de más en una parcela a la que le faltaban metros. No es mucho bagaje en un conflicto entre políticos. Todos damos por hecho que el alcalde Lascoz va a ser igual de honesto; y lo propio pensamos del Sr. Aguirre en la Diputación. Y de Ibarretxe en Ajuria Enea, lo mismo y más si cabe. No soy un ingenuo. También entre nosotros pasan “cosas”. No me dedico a esto, pero ¿por qué no saltan, o las que saltan, son de poca monta? Porque se vigilan como lobos y porque la responsabilidad social es un valor asumido en nuestra clase política.
Por cierto, y ahora que todo son palos para la Iglesia Vasca, ¿tendrá algo que ver con esa seriedad ética de las personas el haber sido formados, buena parte de nuestros políticos y profesionales, en el molde de una educación moral y religiosa del “no robarás, y menos del común”, “no mentirás, y menos contra el pueblo”? Lástima que algunos, me refiero a ETA y quienes les apoyan, no hayan asimilado igual de bien, o mejor si cabe, el primero de esos mandatos, “no matarás”, “no matarás a tus adversarios políticos”. Lástima para el país. Es su mayor lacra.
Pues sí, a la ciudad, porque son las ciudades las que salen más unidas y más ilusionadas ante el futuro. Las ciudades son seres vivos que se entristecen en los fracasos y se crecen con los logros colectivos. Dije hace poco en Araba Bizirik que yo no soy especialmente afecto a los deportes, pero reconozco que son experiencias de lucha y fiesta, de éxito y fracaso, en común.
Por eso me alegro. Porque siento que la gente sale al día siguiente reconfortada en su ánimo, y un ánimo reconfortado cada día es lo que necesitamos las personas, las ciudades y los pueblos, para superar las depresiones. Y Vitoria-Gasteiz es una ciudad algo depresiva, o por lo menos, tan contenida al valorar sus logros, que apenas se le conocen.
Al mirar mi ciudad tan de cerca, insisto, a pesar de la que está cayendo en el mundo, leo en la prensa que se ha descubierto una nueva trama de corrupción en el Ayuntamiento de Estepota. Antes Marbella, ahora Estepona. Parece el lugar común de la Costa del Sol. Y pienso en mi ciudad y me felicito. Pasarán cosas, cómo no, pero ¿verdad que no pensamos siquiera en algo semejante?
Y entonces, me pregunto, ¿qué tiene nuestra clase política que no cae en esas actuaciones tan incívicas? Ha habido casos aislados, pero no creo ser un ingenuo si digo que el intensísimo debate político, la radical oposición de proyectos políticos, tiene esta ventaja: se vigilan sin tregua y, a la mínima, salen como lobos sobre la presa. A lo mejor me excedo en lo que digo, pero pienso que la ciudad, desde la alcaldía de José Ángel Cuerda al comienzo de la democracia, no admite trapicheos con el dinero en sus principales instituciones.
Pienso en Alfonso Alonso, y se le ha podido criticar por todo, pero por “corrupciones hechas dinero”, no. Hubo un debate, que llegó a juicio, sobre un chalé de más en una parcela a la que le faltaban metros. No es mucho bagaje en un conflicto entre políticos. Todos damos por hecho que el alcalde Lascoz va a ser igual de honesto; y lo propio pensamos del Sr. Aguirre en la Diputación. Y de Ibarretxe en Ajuria Enea, lo mismo y más si cabe. No soy un ingenuo. También entre nosotros pasan “cosas”. No me dedico a esto, pero ¿por qué no saltan, o las que saltan, son de poca monta? Porque se vigilan como lobos y porque la responsabilidad social es un valor asumido en nuestra clase política.
Por cierto, y ahora que todo son palos para la Iglesia Vasca, ¿tendrá algo que ver con esa seriedad ética de las personas el haber sido formados, buena parte de nuestros políticos y profesionales, en el molde de una educación moral y religiosa del “no robarás, y menos del común”, “no mentirás, y menos contra el pueblo”? Lástima que algunos, me refiero a ETA y quienes les apoyan, no hayan asimilado igual de bien, o mejor si cabe, el primero de esos mandatos, “no matarás”, “no matarás a tus adversarios políticos”. Lástima para el país. Es su mayor lacra.