¿A "lo de Madrid"? Digo, no

Leo y releo lo que se dijo y se escribe sobre “la celebración” de Madrid y “la familia cristiana”. Ya se sabe; si no estás de acuerdo, “mal, que si no estás en comunión con la Iglesia, que si eres socialista, que si no estás con los más débiles, que no estás contra el poder como Jesús…”, todo ese rollo tan a la moda y que no resiste la mínima comparación con un concepto integral de fe, justicia y caridad. Y si callas, esto parece un coro de “amenistas”, donde los cristianos vemos bien, o menos mal, la forma y el fondo de actos como éste. Y tampoco es eso.

Personalmente pienso que si la Iglesia, su parte más poderosa, organizada y mediática, ¡quizá hasta mayoritaria, no lo sé!, mete en el mismo saco moral el aborto, el divorcio, los anticonceptivos, el matrimonio homosexual y la educación para la ciudadanía, y los presenta como si habláramos de la misma y única inmoralidad objetiva, y del mismo conocimiento natural y revelado sobre ellos, me parece un abuso intelectual serio. Si así es más fácil convocar manifestaciones y reunir a “los propios”, que lo digan los expertos en “fiestas de partido”, pero moralmente todo es más sutil, más diverso, más personal, más cristiano, y por ende, más moral.

Y más allá de esa discusión sobre el objeto moral, y “lo que es natural en cada supuesto” y “lo que es además, o según el caso, sólo creído”, distinción que debemos ser serios en analizar para no traicionar al Evangelio, ¡pero tampoco a la conciencia libre, ajena y propia!, decía que más allá de esto, la escenificación “católica” de Madrid ha sido toda una apuesta política, social, cultural y religiosa que no comparto. Para qué lo voy a negar: ¡de ningún modo!

Sé que está muy bien fundamentada en la reflexión cultural neoconservadora y en las oportunidades que en ella tiene la religión, “cierta” religión; ¿la de Jesús, el Cristo?; sé que las mejores oportunidades para el cristianismo “social” en Europa pueden venir por el lado de este conservadurismo moral y religioso (¿son las que buscamos en el Espíritu de Jesús?); me consta que esta propuesta moral conservadora no deja de tener contenidos sobre la vida y la responsabilidad moral del sujeto, muy dignos, y que comparto. Por eso defiendo que hay que ir punto por punto. “Separa, diferencia, y comprenderás mejor la verdad”, opino, y echo de menos.

Pero en conjunto, mezclándolo todo en cuanto a su importancia y verdad moral, y trayéndolo todo a la plaza pública con un estilo más mitinero, que celebrativo, más político que religioso, más justiciero que de anuncio evangélico… digo, no, y mil veces que lo pensara, diría, no. No me gusta esta Iglesia, así conducida.
Además de afinar mucho más en el fondo y en la forma de los problemas morales, si no la veo implicada en un sentido integral de la justicia, de la caridad y de la fe, ¡y con los mismos protagonistas, con tan altos protagonistas, y tan abundantes!, toda esta denuncia social es religiosa y socialmente “interesada”, y de “cristiana” tiene todavía mucho que acoger. Todos tenemos mucho que rectificar a partir del Evangelio de Jesús, desde luego, pero quienes tienen la responsabilidad pastoral de conducirnos, más que nadie. Y si nos conducen faltos de equilibrio en sus exigencias y testimonios de justicia, o con una religiosidad evangélicamente “chata”, afines a una espiritualidad cristiana socialmente fundamentalista, no seré yo quien me lo calle todos los días. Una vez, sí, dos, también, diez, no. No tienen razón en muchas de las cosas que dicen y hacen, y deben ser más autocríticos para ser más creíbles.
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