PISA para corregir, no para lamentar en vano
Los que nos dedicamos de uno u otro modo a la enseñanza seguimos con curiosidad los resultados del Informe “Pisa” 2006. Para entendernos, un informe comparativo de los logros del sistema educativo de 57 países; hablando en general, los más desarrollados del mundo.
No parece fácil comparar estos resultados, pero sin duda es posible, y de hecho se admite que el Informe es una buena fotografía de la realidad. En nuestro caso, ni el sistema escolar vasco, ni español, salen bien parados del envite. Una posición intermedia en la lista de 57, por debajo del nivel de riqueza que disfrutamos.
He intentando hacerme con algunas claves del asunto y hay de todo. Desde quienes no reconocen la objetividad de estas comparaciones, hasta quienes dicen que todo es cuestión de dinero. Me quedo con algunas voces sensatas y por tales tengo, por ejemplo, al filósofo José Antonio Marina, y de ellas tomo su apunte de razones. ¿Cuáles? Cambios en el sistema educativo en paralelo a los cambios de gobierno; cultura del “éxito fácil” como ley de la escuela y de la familia; su contrapunto, “lógica del mínimo esfuerzo” en la vida escolar y social; entorno social permisivo y condescendiente con un consumo irreflexivo; profesorado poco reconocido profesional y económicamente; escaso respaldo de los padres a la autoridad del “maestro”, etc. No me parece nada optimista el panorama. Y me quedo con una advertencia: está llegando gente joven emigrante, sobre todo desde Europa, que van a por todas y que se harán con mejores puestos que muchos nacionales. Es lógico y justo.
En otro momento he leído que los remedios que se proponen tampoco son un secreto absoluto. Mejor profesorado y, sobre todo, con mejor preparación pedagógica. ¡Les aseguro que no es fácil dar clases bien, aun sabiendo mucho! Atención individualizada a los alumnos, especialmente en el momento de aparecer el fracaso escolar en el grupo; profesorado de apoyo para realizar este trabajo de educación especial; programas serios de control interno y externo de los centros; y por supuesto, implicación de los padres codo a codo con el profesorado. Es cuestión de dinero, desde luego, pero no menos de voluntad social y política. Y probablemente, de cultura como cultivo de la persona en su sensibilidad, inquietudes y opciones profundas.
No soy un experto, así que lo dejo para Ustedes. Aporto, eso sí, dos experiencias más cercanas. Si un chico no lee bien, nunca podrá estudiar en serio, imposible. Por tanto, hay que leer mucho, aprender a escribir y ejercitar la mente con las matemáticas. ¿Saben que el 87% de los universitarios españoles no leen un solo libro que no sean los apuntes de clase o el libro de texto de la asignatura? Ni un libro más. Y hablamos de la Universidad. Y, segunda experiencia. Si no apoyamos a los profesores, y partimos de la presunción de que les exigen a nuestros hijos lo que necesitan y nos dicen la verdad sobre ellos, no sacaremos nada. Me consta que es muy alto el porcentaje de padres que no admite la más mínima culpa o falta de aptitud de sus hijos. De aptitud, no sólo de actitud. Se equivocan prácticamente siempre. Se lo aseguro. Reconocerlo a tiempo es muy importante para sacar lo mejor de cada uno de los niños, que es mucho, seguro.
No parece fácil comparar estos resultados, pero sin duda es posible, y de hecho se admite que el Informe es una buena fotografía de la realidad. En nuestro caso, ni el sistema escolar vasco, ni español, salen bien parados del envite. Una posición intermedia en la lista de 57, por debajo del nivel de riqueza que disfrutamos.
He intentando hacerme con algunas claves del asunto y hay de todo. Desde quienes no reconocen la objetividad de estas comparaciones, hasta quienes dicen que todo es cuestión de dinero. Me quedo con algunas voces sensatas y por tales tengo, por ejemplo, al filósofo José Antonio Marina, y de ellas tomo su apunte de razones. ¿Cuáles? Cambios en el sistema educativo en paralelo a los cambios de gobierno; cultura del “éxito fácil” como ley de la escuela y de la familia; su contrapunto, “lógica del mínimo esfuerzo” en la vida escolar y social; entorno social permisivo y condescendiente con un consumo irreflexivo; profesorado poco reconocido profesional y económicamente; escaso respaldo de los padres a la autoridad del “maestro”, etc. No me parece nada optimista el panorama. Y me quedo con una advertencia: está llegando gente joven emigrante, sobre todo desde Europa, que van a por todas y que se harán con mejores puestos que muchos nacionales. Es lógico y justo.
En otro momento he leído que los remedios que se proponen tampoco son un secreto absoluto. Mejor profesorado y, sobre todo, con mejor preparación pedagógica. ¡Les aseguro que no es fácil dar clases bien, aun sabiendo mucho! Atención individualizada a los alumnos, especialmente en el momento de aparecer el fracaso escolar en el grupo; profesorado de apoyo para realizar este trabajo de educación especial; programas serios de control interno y externo de los centros; y por supuesto, implicación de los padres codo a codo con el profesorado. Es cuestión de dinero, desde luego, pero no menos de voluntad social y política. Y probablemente, de cultura como cultivo de la persona en su sensibilidad, inquietudes y opciones profundas.
No soy un experto, así que lo dejo para Ustedes. Aporto, eso sí, dos experiencias más cercanas. Si un chico no lee bien, nunca podrá estudiar en serio, imposible. Por tanto, hay que leer mucho, aprender a escribir y ejercitar la mente con las matemáticas. ¿Saben que el 87% de los universitarios españoles no leen un solo libro que no sean los apuntes de clase o el libro de texto de la asignatura? Ni un libro más. Y hablamos de la Universidad. Y, segunda experiencia. Si no apoyamos a los profesores, y partimos de la presunción de que les exigen a nuestros hijos lo que necesitan y nos dicen la verdad sobre ellos, no sacaremos nada. Me consta que es muy alto el porcentaje de padres que no admite la más mínima culpa o falta de aptitud de sus hijos. De aptitud, no sólo de actitud. Se equivocan prácticamente siempre. Se lo aseguro. Reconocerlo a tiempo es muy importante para sacar lo mejor de cada uno de los niños, que es mucho, seguro.