Siempre crispan "los otros"
Todo el mundo dice que vivimos en una sociedad crispada y todos pensamos que los que crispan son los otros. Los otros son los que hacen imposible la convivencia política, cultural y hasta religiosa. Se lo tenemos que decir y son ellos quienes tienen que corregir ¡Vaya por Dios! Siempre son los otros los que han de cambiar.
El caso es que termina ahora una legislatura que se las trae. Cuatro años gobernando los socialistas con Zapatero a la cabeza. Hablo de España, claro está. Escuchas a los socialistas y la culpa es de los populares. Escuchas a los populares, y piensan lo contrario. Si Usted o yo intentamos una opinión, según les demos la razón a unos o a otros, nos dirán que somos de este bando o del otro. Bueno, mientras no seamos de alguna “banda”, no vamos mal. Pero vamos a olvidarnos del qué dirán. Esto de atender al qué dirán es muy latoso.
El caso es que la gobernación de Zapatero durante cuatro años se las trae. No puede haber más líos a la vez. O porque se los busca o porque se los provocan, pero no ha faltado de nada. Eso sí, al final siempre se las apaña para que no estallen y se caiga el castillo (¿de naipes?). Opino. Pero yo no voy a intentar un análisis político. Hay muchos profesionales de la materia. Además, quienes nos dedicamos a eso de la ética política, y más si procedemos del mundo religioso, ya arrastramos bastantes veces el sambenito de “políticos encubiertos”. Por tanto, ¡qué hablen quienes se dedican día y noche a esa noble tarea, la dirección de la polis”!
Más cerca de mí se ha manifestado el conflicto entre el Gobierno Socialista, o quizá la mayoría parlamentaria, y la Iglesia. Entre que a Zapatero le va la marcha de la laicidad, cosa muy normal en un demócrata, y tira de la goma, y tira, y tira, hasta rozar el laicismo, cosa nada democrática, ya está el lío montado; porque, enfrente, claro está, tiene a las fuerzas vivas del catolicismo, que son los míos, y que tienen todo el derecho del mundo a proclamar su moral y su ideario social, pero no por ello a tener razón siempre y para todos.
En la Iglesia hay gente que cree que así como los partidos son unánimes en el programa electoral, y si no, a la calle, con más razón en las Iglesias hay que ser unánimes en “la doctrina” y hasta en las manifestaciones públicas. No pueden entender que no te gusten algunas convocatorias, o lo desmedido de algunas afirmaciones más propias de la pancarta que de una reflexión cristiana. Piensan que tienes intereses políticos bastardos. Allá cada uno con su conciencia.
En el cristianismo de mi juventud ha habido gente como el profesor Rodríguez de Yurre, ya fallecido, o el profesor Carlos Abaitua, que nos educaban en el sistema democrático ya antes de que muriera Franco. En plena dictadura nos explicaban por qué era inaceptable aquel régimen. Y no nos ocultaban que la Iglesia callaba. Y desde entonces, entendí lo de la no confesionalidad del Estado, o su laicidad, y por qué. Cuando en el 2008, algunos repetimos esa misma enseñanza, 35 años después, creen que nos la hemos inventado hace dos días para complacer a los socialistas. Si Abaitua, Alberdi, o Belda, hablaran, se lo podrían recordar todo esto a más de uno que, por cierto, entonces, estaba muy cómodo con “el régimen”. No se trata de pasar facturas, que arrepentidos nos quiere Dios, pero ¡hay tanto maestro de laicidad auténtica que entonces estaba “chitón”!
El laicismo que el socialismo gobernante ha rondado, y postula más de una vez, es totalmente reprobable. Y el neoconfesionalismo encubierto y conservador, que se escuda en la propiedad inequívoca de la ley atural, también. Hace 35 años que venimos diciendo lo mismo, pero ahora gusta menos y lo llaman “socialismo”. Bueno, ya vendrán mejores tiempos.
El caso es que termina ahora una legislatura que se las trae. Cuatro años gobernando los socialistas con Zapatero a la cabeza. Hablo de España, claro está. Escuchas a los socialistas y la culpa es de los populares. Escuchas a los populares, y piensan lo contrario. Si Usted o yo intentamos una opinión, según les demos la razón a unos o a otros, nos dirán que somos de este bando o del otro. Bueno, mientras no seamos de alguna “banda”, no vamos mal. Pero vamos a olvidarnos del qué dirán. Esto de atender al qué dirán es muy latoso.
El caso es que la gobernación de Zapatero durante cuatro años se las trae. No puede haber más líos a la vez. O porque se los busca o porque se los provocan, pero no ha faltado de nada. Eso sí, al final siempre se las apaña para que no estallen y se caiga el castillo (¿de naipes?). Opino. Pero yo no voy a intentar un análisis político. Hay muchos profesionales de la materia. Además, quienes nos dedicamos a eso de la ética política, y más si procedemos del mundo religioso, ya arrastramos bastantes veces el sambenito de “políticos encubiertos”. Por tanto, ¡qué hablen quienes se dedican día y noche a esa noble tarea, la dirección de la polis”!
Más cerca de mí se ha manifestado el conflicto entre el Gobierno Socialista, o quizá la mayoría parlamentaria, y la Iglesia. Entre que a Zapatero le va la marcha de la laicidad, cosa muy normal en un demócrata, y tira de la goma, y tira, y tira, hasta rozar el laicismo, cosa nada democrática, ya está el lío montado; porque, enfrente, claro está, tiene a las fuerzas vivas del catolicismo, que son los míos, y que tienen todo el derecho del mundo a proclamar su moral y su ideario social, pero no por ello a tener razón siempre y para todos.
En la Iglesia hay gente que cree que así como los partidos son unánimes en el programa electoral, y si no, a la calle, con más razón en las Iglesias hay que ser unánimes en “la doctrina” y hasta en las manifestaciones públicas. No pueden entender que no te gusten algunas convocatorias, o lo desmedido de algunas afirmaciones más propias de la pancarta que de una reflexión cristiana. Piensan que tienes intereses políticos bastardos. Allá cada uno con su conciencia.
En el cristianismo de mi juventud ha habido gente como el profesor Rodríguez de Yurre, ya fallecido, o el profesor Carlos Abaitua, que nos educaban en el sistema democrático ya antes de que muriera Franco. En plena dictadura nos explicaban por qué era inaceptable aquel régimen. Y no nos ocultaban que la Iglesia callaba. Y desde entonces, entendí lo de la no confesionalidad del Estado, o su laicidad, y por qué. Cuando en el 2008, algunos repetimos esa misma enseñanza, 35 años después, creen que nos la hemos inventado hace dos días para complacer a los socialistas. Si Abaitua, Alberdi, o Belda, hablaran, se lo podrían recordar todo esto a más de uno que, por cierto, entonces, estaba muy cómodo con “el régimen”. No se trata de pasar facturas, que arrepentidos nos quiere Dios, pero ¡hay tanto maestro de laicidad auténtica que entonces estaba “chitón”!
El laicismo que el socialismo gobernante ha rondado, y postula más de una vez, es totalmente reprobable. Y el neoconfesionalismo encubierto y conservador, que se escuda en la propiedad inequívoca de la ley atural, también. Hace 35 años que venimos diciendo lo mismo, pero ahora gusta menos y lo llaman “socialismo”. Bueno, ya vendrán mejores tiempos.