Votar a este socialismo, ¿por qué no?
El Arzobispo Emérito de Pamplona y Tudela, D. Fernando Sebastián, invitado por la Universidad San Pablo-CEU para disertar sobre el pasado, presente y futuro de la Iglesia de Navarra, “cuentan” que a preguntas de los asistentes sobre si se puede ser cristiano y socialista, dijo que “en teoría es evidente que sí, aunque hoy difícilmente un cristiano puede votar a este socialismo. Analizando las cosas objetivamente, no es compatible" ser cristiano y socialista. Y al parecer adujo que "el tratamiento de la familia, el tratamiento del aborto, la campaña de la eutanasia, y la asignatura de la Educación para la Ciudadanía", son cosas que "no puedo admitir”. “Creo –prosiguió- que los obispos tienen que dar el paso de decirlo" y aseguró que "ser jubilado tiene muchas ventajas".
Una respuesta a una pregunta es eso, una respuesta al final de una conferencia que de ser objeto de la propia conferencia, sin variar la tesis, sí introduciría sus matices y precisiones. Por ejemplo, para aclarar el significado preciso de cada uno de esos inconvenientes, para diferenciar la distinta gravedad moral que está en juego en cada caso, para profundizar en qué consecuencias reales tiene la exclusión del socialismo como opción política de los católicos, para sopesar si hay otros criterios de elección añadidos a éstos y si queda en pie alguna opción política de las conocidas en nuestro país, para valorar si se puede exigir más a los ciudadanos católicos (no votar) que a los políticos católicos (oponerse en el partido pero sin dejar el rol político, sea en la Ejecutiva de un Grupo Político o de un Sindicato, sea en el Parlamento, sea en la Jefatura del Estado, sea en Judicatura, etc).
Sinceramente, yo sí creo que se puede votar en conciencia a este socialismo, con todas las reservas morales que un católico puede tener y, si en conciencia lo ve claro, llegando a la denuncia pública de aquello que a esos católicos resulta inaceptable. Esto es lo que le pide la Congregación para la Doctrina de la Fe a los políticos católicos. ¿Habrá que exigir más a los electores católicos? Hablo como posibilidad moral. Yo haré esto o no, ése es otro problema.
Y por fin, un última cosa. Veo normal reclamar esos criterios morales de discernimiento político, pero su credibilidad sería otra si vinieran acompañados de distintas exigencias morales de la Iglesia, igual de claras, en el ámbito de la justicia social y de la igualdad de oportunidades para con los más débiles. ¿Por qué, si no, los sectores sociales de poder adquisitivo medio-alto, muchos de ellos, y la San Pablo-CEU es un ejemplo, se acercan a la Iglesia con estas preguntas que les devuelven respuestas tan agradables a sus oídos? ¿Por qué nos convocan a que les hablemos de la crisis religiosa y moral de la sociedad occidental, mientras nos despachan, ¡son muy selectivos en las voces que quieren oír!, si el discurso cobra un giro político más crítico de las estructuras sociales que para ellos son provechosas y favorables?
En palabras sencillas, y yo no presumo de ser un voz más libre, todo esto representa un profetismo católico, socialmente muy sesgado. Si los Obispos debieran atenderlo con más valor, según les propone D. Fernando desde la libertad de su jubilación, yo les propongo que lo equilibren mucho, pero mucho más, con una fina sensibilidad social preferente por los más débiles de la sociedad; de otro modo, sonará a hueco y será poco cristiano. De hecho, ¿de qué otra cosa, si no de este desequilibrio en moral política, se quejan muchos de nuestros cristianos en las parroquias de barrio y pueblos?
Una respuesta a una pregunta es eso, una respuesta al final de una conferencia que de ser objeto de la propia conferencia, sin variar la tesis, sí introduciría sus matices y precisiones. Por ejemplo, para aclarar el significado preciso de cada uno de esos inconvenientes, para diferenciar la distinta gravedad moral que está en juego en cada caso, para profundizar en qué consecuencias reales tiene la exclusión del socialismo como opción política de los católicos, para sopesar si hay otros criterios de elección añadidos a éstos y si queda en pie alguna opción política de las conocidas en nuestro país, para valorar si se puede exigir más a los ciudadanos católicos (no votar) que a los políticos católicos (oponerse en el partido pero sin dejar el rol político, sea en la Ejecutiva de un Grupo Político o de un Sindicato, sea en el Parlamento, sea en la Jefatura del Estado, sea en Judicatura, etc).
Sinceramente, yo sí creo que se puede votar en conciencia a este socialismo, con todas las reservas morales que un católico puede tener y, si en conciencia lo ve claro, llegando a la denuncia pública de aquello que a esos católicos resulta inaceptable. Esto es lo que le pide la Congregación para la Doctrina de la Fe a los políticos católicos. ¿Habrá que exigir más a los electores católicos? Hablo como posibilidad moral. Yo haré esto o no, ése es otro problema.
Y por fin, un última cosa. Veo normal reclamar esos criterios morales de discernimiento político, pero su credibilidad sería otra si vinieran acompañados de distintas exigencias morales de la Iglesia, igual de claras, en el ámbito de la justicia social y de la igualdad de oportunidades para con los más débiles. ¿Por qué, si no, los sectores sociales de poder adquisitivo medio-alto, muchos de ellos, y la San Pablo-CEU es un ejemplo, se acercan a la Iglesia con estas preguntas que les devuelven respuestas tan agradables a sus oídos? ¿Por qué nos convocan a que les hablemos de la crisis religiosa y moral de la sociedad occidental, mientras nos despachan, ¡son muy selectivos en las voces que quieren oír!, si el discurso cobra un giro político más crítico de las estructuras sociales que para ellos son provechosas y favorables?
En palabras sencillas, y yo no presumo de ser un voz más libre, todo esto representa un profetismo católico, socialmente muy sesgado. Si los Obispos debieran atenderlo con más valor, según les propone D. Fernando desde la libertad de su jubilación, yo les propongo que lo equilibren mucho, pero mucho más, con una fina sensibilidad social preferente por los más débiles de la sociedad; de otro modo, sonará a hueco y será poco cristiano. De hecho, ¿de qué otra cosa, si no de este desequilibrio en moral política, se quejan muchos de nuestros cristianos en las parroquias de barrio y pueblos?