Si yo fuera un estratega de la política o, simplemente, un eclesiástico calculador, seguro que no escribía este comentario. Leo en otros blogs, en uso de la libertad de expresión, juicios despectivos sobre las personas que nos hemos adherido a la declaración de los teólogos. Son bromas tan toscas y primitivas que hasta los Obispos más molestos con "los firmantes" tienen que estar resoplando de vergüenza ajena. Es que hay que tener unos mínimos morales en la crítica, a quien sea, y cuando se pierden, se pierde hasta la parte de razón que se puede tener. No es ironía, sólo, es maldad moral pura y dura.
Algunos de los comentarios, y sus autores, creen que si es "por el bien de la Iglesia", -al modo como ellos lo entienden, además,- todo está permitido. Y no lo está. El fin no justifica los medios. Yo me sonrío, porque son juicios personales muy toscos; si me afectaran de verdad, me callaría para sufrirlos en silencio. Pero es todo tan rídiculo.
Para ser malo, hay que ser muy sutil, pero intención no falta, desde luego. En fin, allá cada cual con lo que da de sí su ignorancia, atrevimiento o imprudencia al opinar; yo también me equivoco, y no poco; pero la maldad con las personas, eso hay que confesarlo para estar en gracia de Dios; que esto también rige según el catecismo. ¡Qué pena de desperdicio de la fe y la caridad! Vaya cristianismo. Con Dios, y un saludo siempre.