Una especie de prensa del corazón con "motivos eclesiásticos"
Hay cosas que uno no sabe si es mejor decirlas en privado o en público. Eso sí, hay que repetirlas en activa, en pasiva y en perifrástica. Me refiero al cuidado extremo en la información. Según el blog Rumores de Ángeles, el Arzobispo D. Fernando Sebastián habría dicho, al despedirse ante un nutrido grupo de jóvenes de su Diócesis y en relación a las noticias de religión: “no leáis el País, ni siquiera el ABC”. Sin embargo, un testigo presencial, al que creo porque es “de sentido común”, dice esto: “Es mentira. Yo estuve allí, y os puedo decir lo que dijo Mons. Sebastián. Un joven le preguntó acerca del semanario diocesano LA VERDAD, y él dijo que las familias católicas deberían leer revistas católicas para saber de la Iglesia, para sentirse a gusto en la Iglesia; un cristiano, dijo, no puede conformarse con la imagen de la Iglesia que le ofrecen los medios (como) "El País", dijo "ni siquiera el ABC". Ya sabemos -añade este testigo- cómo manipulan los medios de comunicación la información eclesial, o cómo la ofrecen distorsionada por simple ignorancia. No sé en cual de los dos –malicia o ignorancia incluir a Rumores de Ángeles”.
Yo creo que habría que profundizar más en lo de la manipulación de la información religiosa. Lo dejo para otro día, pero advierto que la información tiende a ideas claras, sencillas y cortas, y nosotros gustamos de un lenguaje-jerga muy “particular” y, sobre todo, de un estilo escolástico. Pero de esto hablamos otro día.
Vuelvo a la veracidad en la información. No hace mucho tiempo, la misma fuente, Rumores de Ángeles, le atribuyó al Obispo Uriarte, en la homilía del día 15 de Agosto, una interpretación sobre el cristiano y la paz, que mientras la homilía hablaba en términos de actitudes morales ante al paz, válidas en cualquier sociedad con graves problemas de convivencia social, el entrecomillado de la noticia inducía a una interpretación del texto, ¡directamente política y complaciente con ETA¡ Tomé por fieles las citas y la intención, las verifiqué en otros medios, y las comenté en público y por escrito, y cuando conocí la homilía al pie de la letra, ¡horror!, ni de lejos tenía esa intención “directamente política y complaciente con ETA! Había que hacer un tirabuzón hermenéutico para leerlas así. Se podía, pero no era necesario, ni siquiera lo más normal.
Otro ejemplo personal. En una conferencia en Madrid dije que un conocido autor italiano, insistí, ¡otro, no yo, otro!, postulaba a necesidad de una nueva Doctrina Social de la Iglesia. Dije que yo no lo veía necesario para el objeto en cuestión. Le dí el texto por escrito a un periodista, a petición suya. Y al día siguiente, el periódico tituló: “El teólogo vasco, José Ignacio Calleja, aboga por una nueva Doctrina Social de la Iglesia”. Sin comentarios.
Insisto. No me creo eso de la persecución de la Iglesia y de la manipulación descarada de la información sobre ella. Hay que afinar más en ese juicio y ver mejor el reparto de culpas. Pero que la información, en general, y la de la Iglesia en particular, tiene que ser más seria, rigurosa y cabal, estoy convencido. A mi juicio, se ha convertido, también por nuestra culpa, pero no sólo ni principalmente, en una especie de lugar común para que “los medios” busquen noticias, aristas, reacciones y estilos que provocan la ira de los de dentro, y la mofa de los de fuera. Padecemos una especie de prensa del corazón con motivos eclesiásticos. Entre los conservadores y entre los críticos, “una especie de prensa del corazón con motivos eclesiásticos”. No me gusta.
Yo creo que habría que profundizar más en lo de la manipulación de la información religiosa. Lo dejo para otro día, pero advierto que la información tiende a ideas claras, sencillas y cortas, y nosotros gustamos de un lenguaje-jerga muy “particular” y, sobre todo, de un estilo escolástico. Pero de esto hablamos otro día.
Vuelvo a la veracidad en la información. No hace mucho tiempo, la misma fuente, Rumores de Ángeles, le atribuyó al Obispo Uriarte, en la homilía del día 15 de Agosto, una interpretación sobre el cristiano y la paz, que mientras la homilía hablaba en términos de actitudes morales ante al paz, válidas en cualquier sociedad con graves problemas de convivencia social, el entrecomillado de la noticia inducía a una interpretación del texto, ¡directamente política y complaciente con ETA¡ Tomé por fieles las citas y la intención, las verifiqué en otros medios, y las comenté en público y por escrito, y cuando conocí la homilía al pie de la letra, ¡horror!, ni de lejos tenía esa intención “directamente política y complaciente con ETA! Había que hacer un tirabuzón hermenéutico para leerlas así. Se podía, pero no era necesario, ni siquiera lo más normal.
Otro ejemplo personal. En una conferencia en Madrid dije que un conocido autor italiano, insistí, ¡otro, no yo, otro!, postulaba a necesidad de una nueva Doctrina Social de la Iglesia. Dije que yo no lo veía necesario para el objeto en cuestión. Le dí el texto por escrito a un periodista, a petición suya. Y al día siguiente, el periódico tituló: “El teólogo vasco, José Ignacio Calleja, aboga por una nueva Doctrina Social de la Iglesia”. Sin comentarios.
Insisto. No me creo eso de la persecución de la Iglesia y de la manipulación descarada de la información sobre ella. Hay que afinar más en ese juicio y ver mejor el reparto de culpas. Pero que la información, en general, y la de la Iglesia en particular, tiene que ser más seria, rigurosa y cabal, estoy convencido. A mi juicio, se ha convertido, también por nuestra culpa, pero no sólo ni principalmente, en una especie de lugar común para que “los medios” busquen noticias, aristas, reacciones y estilos que provocan la ira de los de dentro, y la mofa de los de fuera. Padecemos una especie de prensa del corazón con motivos eclesiásticos. Entre los conservadores y entre los críticos, “una especie de prensa del corazón con motivos eclesiásticos”. No me gusta.