¿El libro de Pagola? Una obra muy lograda para saber del Dios de Jesús
Leí el libro el libro de Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, y leí, igualmente, el libro de José Antonio Pagola, Jesús, aproximación histórica. Los leí como intento leer lo mejor que se publica en teología, particularmente en Jesuología y Cristología. No son lo mismo. Con esto no quiero engañar a nadie, diciendo que soy un especialista. Simplemente que como cristiano y como cultivador de otras áreas teológicas, donde la teología se manifiesta más práctica, (moral y pastoral), me interesan sobremanera los estudios de Sagrada Escritura, de Teología Sistemática, de Filosofía o de Ciencias Humanas en general. La verdad es que se publica tanto que cada uno llegamos hasta donde podemos, y en unas materias nos sentimos más preparados y en otras menos. Lo normal.
Después de leer ambos textos y, no sólo, pero también por haber aparecido tan próximos en el tiempo, sabía que el libro de Pagola levantaría críticas. No me sorprende ni el hecho ni las críticas. Incluso me imagino que el propio Pagola habría de esperarlas. Tal y como Pagola viene hablando de Jesús, el Cristo de Dios, y en la síntesis que nos ofrece en Jesús, aproximación histórica, es lógico esperar que habrá críticas de todo tipo. Las alabanzas, lo más destacado en las reacciones de los cristianos ante el libro, no nos vamos a engañar, las daba por descontado; pero las críticas, también.
En este sentido, las hay y habrá de dos tipos. Las que se refieren a la trayectoria personal de Pagola en una Iglesia Local concreta, la vasca, y que no merecen la más mínima atención; son críticas que nacen de la desconfianza y la sospecha, y que lean el libro o no lo lean, va a ser igual; si, además, aparece una voz autorizada, o como Obispo o como profesor, que cuestiona el libro del modo que estos cristianos sospechan, esperan y desean, está dicho todo. No van a leer el libro. No lo necesitan.
Y luego están y estarán las críticas de otros profesores que también estudian la figura de Jesús, que lo intentan hacer con el mismo rigor, y que formularán sus reservas más de detalle, o más de fondo, y más por lo que libro dice, o más por lo que no dice, y más desde la “academia y sus requisitos”, o más desde “el magisterio eclesial y la fe de los sencillos”. Creo importante hacer estas distinciones, para asegurarnos de en qué plano se está moviendo cada uno de los que han hablado, o nosotros mismos al leer, ponderar y acoger el libro. Doy pos supuesto que el argumento de que un Obispo ha dicho esto o lo otro, es un dato de valor, pero acogerse a ese juicio sin reservas es pura pereza mental, en la sociedad, en la Universidad y en la Iglesia. Cada uno es libre, no obstante, de vivir como menor de edad en lo que quiera, pero las cosas son así.
Pagola ha titulado su libro, después de pensarlo mucho, sin duda, Jesús, aproximación histórica. Y esto es lo que nos ofrece con rigor metodológico y afecto de creyente en Jesús. Sabe perfectamente que una distinción radical entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe está superada en la exégesis más reconocida; de facto, la Iglesia Católica hace tiempo que ha hecho de esta cuestión una “batalla” de primer orden; pero eso no significa, Pagola lo sabe mucho mejor que yo, que no haya ninguna diferencia entre estas dos afirmaciones sobre Jesús, y, en ocasiones, diferencias de calado y con fuerte impacto para la teología y pastoral de cada tiempo. De hecho, si a los críticos hasta ahora más conocidos del texto de Pagola les inquieta, y mucho, dónde queda la divinidad de Jesús, como autoconciencia y realidad personal, desde la Encarnación hasta la Resurrección, debieran reconocer, a mi juicio, dos cosas. La primera, discutir con Pagola si se puede hacer una aproximación histórica a Jesús sin colocar en primer plano la consideración de su divinidad, y por supuesto, como algo inequívoco para sí mismo (Jesús) desde el principio y, pronto, para los demás. Yo tenía entendido que sí, que esto es posible, y así lo creo, pero debe ser Pagola, y otros estudiosos los que muestren que sí es posible hacer esto, sin perjuicio para la verdad de la fe; para la verdad de la fe, no para si los “sencillos” lo van a entender al punto.
A lo mejor los “sencillos” de que hablamos no son tan sencillos como decimos y tienen por intuición, ¡y experiencia integral del ser humano!, una fe muchos más sensata que la de sus pastores o cuidadores. A lo mejor, digo. Yo desde luego, las mayores barbaridades “ontologicistas” sobre Dios y Cristo las he oído a clérigos o laicos “cultivados”. Ése es por tanto un debate que deben tener en jesulogía y cristología; debate de escuela, debate razonado y debate que requiere respeto, igualdad académica y argumentos. Mal camino son, lo advierto, algunas frases de sus críticos donde éstos ven silencios, preferencias, interpretaciones personalistas de Pagola, deslizadas “con sutileza”, como indicando una intención premeditada de Pagola por llevar al agua a su molino. Un profesor nunca habla de las intenciones de otro al valorar un texto. Criterio fundamental. Por su parte, es lógico que quienes vemos legítimo y muy fructífero el trabajo de Pagola, es lógico que reclamemos preguntar a la vez a esa Cristología, para entendernos Cristología Teológica, la de sus críticos, si asume hasta el fondo la Encarnación, si no sabe demasiado de Dios y de su Reinado antes de saber de Jesús. Ésta es una cuestión vital. ¿No es cierto que en la Iglesia sabemos, a menudo, demasiado de Dios sin saber de Jesús?
En la estela de esta pregunta es donde se plantean muchas otras que tienen que ver con el significado social del Reino y del concepto de pobreza “cristiana”. Le acusan a Pagola de “reduccionismos”. Le creo capaz de acoger con generosidad e inteligencia las dimensiones que en la Escritura y la Tradición se nos descubren; no digo que todo lo haga bien; pero nadie me negará que la significación histórica, corporal, social y económica de la pobreza, está ahí, con evidencia exegética probada, y largamente poco apreciada y hasta acallada en la Cristología Eclesial más utilizada en la evangelización. ¿O no vamos a reconocer que nuestra mayor carencia, hasta hace cuatro días, ha sido la espiritualización individualista de la salvación, y que hoy mismo sigue muy presente en la Iglesia? ¿No podré decir que el magisterio de la Iglesia vuelve a subrayar demasiado esta dimensión trascendente e individual de la esperanza y salvación?
En la misma línea están las cuestiones relativas a la identidad de Dios como misericordia y compasión, y los diversos significados que en la Sagrada Escritura tienen ambos conceptos, sea cuando se refieren a Dios, sea cuando se refieren a los hombres, y cuál es el valor de la compasión humana radical cuando hablamos de nuestra salvación, y si en ella estamos confesando, implícita pero realmente, Jesús es el Señor, en honor, por ejemplo, al Evangelio de San Mateo y a las Cartas Joánicas.
Todos sabemos que la Biblia, también el NT, es una “colección” de libros, “un libro de libros”. La teología, la cristología también, y la jesulogía, más si cabe, ha ido componiendo a su luz, y en la tradición viva de la Iglesia, ha ido componiendo una lectura integral de la fe en Jesucristo. Y sabemos que el Magisterio va decantando una percepción y formulación de la fe como servicio a la verdad y a la comunión de la Iglesia. Pero los estudiosos de Jesús, en cuanto maestros en esa materia, y más si lo hacen desde la condición de creyentes, nos ofrecen lo mejor de sus conclusiones, y deben arriesgar en sus libros a contarlo en lenguaje contemporáneo, a la inteligencia del hombre de hoy. Sin duda habrá disfunciones en los conceptos y matices mejor o peor acogidos. Hasta donde yo sé, y hablando en términos de aproximación histórica a Jesús, los conceptos del libro de Pagola están muy logrados; si otros tienen mejores conceptos para una aproximación histórica, es un diálogo eclesial y universitario necesario, pero la cuestión no debería zanjarse en el siguiente sentido: sólo cabe hacer cristología “teológica”; por tanto, las aproximaciones históricas a Jesús no son de recibo en la fe, y esto por razones de la misma fe, cuando se piensa y se vive en comunión con su Magisterio. Este camino, ya he dicho, que sólo lo encuentro adecuado para mentes perezosas. Así que sitúese el diálogo en el plano de la aproximación histórica y depúrense los conceptos fundamentales, ¿por qué no?, y vamos a dejarnos de la típica apelación a la fe de los sencillos, que, ¡oh casualidad!, siempre se asustan de lo que dicen otros. A mi juicio son miedos que la academia debe evitar, y la Iglesia también.
Hace unos días Xabier Pikaza se refería al texto de Pagola muy laudatoriamente, y con temor a que esto le perjudicara. Ya saben, “lo del abrazo del oso. Y allí decía que el problema de los primeros críticos del libro era que, siguiendo su lógica teológica, condenarían las parábolas de Jesús, o al Evangelista Marcos, por no responder al “dogma”. Yo pensaba que sí, pero de otro modo. Lo que nos dirían es que sin “el dogma”, no entendemos nada de Marcos ni de las parábolas de Jesús, ni de Jesús en sentido cristiano; quizá en ningún sentido. Nos dirían que el dogma cristológico ya está, ahí, en Marcos y en las Parábolas, y que la Iglesia lo ha explicitado para todos nosotros, en la calle, en la Misa o en la Universidad. La fe, formulada como “Credo”, por tanto, sería el principio de interpretación histórica de Jesús; no sólo éste, pero sí el decisivo y determinante ante cualquier otro dato o aspecto. Exegéticamente esto no es de recibo.
De esto estamos hablando inicialmente. No nos engañemos los cristianos. No se trata de un debate que se resuelva sólo o principalmente en términos de estudios histórico-críticos sobre Jesús. A ver quién sabe más y da con la verdad objetiva, y gana la partida. No es esto lo fundamental. Se trata de un debate entre especialistas que alcanza hasta sus convicciones y experiencias más hondas de cristianos, y también a las nuestras. Son especialistas que además de conocer bien los hechos y datos, hasta donde sabemos de Jesús, -quiero creerlo de todos-, los presentan en una síntesis que intenta la máxima verdad posible sobre Jesús. Para Pagola, el Cristo, amado y creído, para inspirar la fe de la Iglesia y la vida eclesial misma, en el Dios de la compasión con los que sufren. Para sus críticos, hasta el momento, para inspirar la fe de la Iglesia y la vida eclesial misma en el Dios de la misericordia con los creen en Él y piden perdón por su pecados.
Ya sé que terminar así es simplificar, pero necesito hacer ver que la cuestión del libro de Pagola no es de “ortodoxia”, aunque muchos lo van a ver así, sobre todo los que viven vigilando estas cosas”, con encargo eclesial o no, sino de concepto de investigación bíblica, primero; de relación de la fe con la interpretación de la historia, segundo; y de conciencia cristiana y eclesial sobre cómo los “pobres, los enfermos, los olvidados y los pecadores” son el corazón del seguimiento de Jesús y de su intimidad con Dios Padre. Éste también es el debate del libro de Pagola, -lo repito-, ¿podemos confesar a Dios sin saber de Jesús? ¿Nos sucede a veces? ¿En la Iglesia, nunca?
Un gran libro, en los límites que se ha marcado a sí mismo; límites que se pueden discutir entre los especialistas, pero que hay que apreciar al valorar con justicia. Y por supuesto, que le guste a muchos cristianos no significa la última palabra para la universidad, pero para la Iglesia sí tiene un gran valor por aquello de la importancia del “sensus fidelium” en la interpretación y formulación de la fe.
He escuchado a menudo lo de los sencillos, y las palabras de Jesús sobre el escándalo, ya saben, “lo de más le valiera atarse al cuello una rueda de molino, y echarse al mar”. No lo he visto así en los críticos del libro. Me adelanto un poco. Les prometo que siempre que lo he oído, salía de la boca de alguna persona que más que sencilla era soberbia, es decir, que no quería renunciar a su opinión de ningún modo, y “si además, decía, es la de la Iglesia”, mucho menos.
Pues eso, un libro de categoría, que merece la pena leer.
Después de leer ambos textos y, no sólo, pero también por haber aparecido tan próximos en el tiempo, sabía que el libro de Pagola levantaría críticas. No me sorprende ni el hecho ni las críticas. Incluso me imagino que el propio Pagola habría de esperarlas. Tal y como Pagola viene hablando de Jesús, el Cristo de Dios, y en la síntesis que nos ofrece en Jesús, aproximación histórica, es lógico esperar que habrá críticas de todo tipo. Las alabanzas, lo más destacado en las reacciones de los cristianos ante el libro, no nos vamos a engañar, las daba por descontado; pero las críticas, también.
En este sentido, las hay y habrá de dos tipos. Las que se refieren a la trayectoria personal de Pagola en una Iglesia Local concreta, la vasca, y que no merecen la más mínima atención; son críticas que nacen de la desconfianza y la sospecha, y que lean el libro o no lo lean, va a ser igual; si, además, aparece una voz autorizada, o como Obispo o como profesor, que cuestiona el libro del modo que estos cristianos sospechan, esperan y desean, está dicho todo. No van a leer el libro. No lo necesitan.
Y luego están y estarán las críticas de otros profesores que también estudian la figura de Jesús, que lo intentan hacer con el mismo rigor, y que formularán sus reservas más de detalle, o más de fondo, y más por lo que libro dice, o más por lo que no dice, y más desde la “academia y sus requisitos”, o más desde “el magisterio eclesial y la fe de los sencillos”. Creo importante hacer estas distinciones, para asegurarnos de en qué plano se está moviendo cada uno de los que han hablado, o nosotros mismos al leer, ponderar y acoger el libro. Doy pos supuesto que el argumento de que un Obispo ha dicho esto o lo otro, es un dato de valor, pero acogerse a ese juicio sin reservas es pura pereza mental, en la sociedad, en la Universidad y en la Iglesia. Cada uno es libre, no obstante, de vivir como menor de edad en lo que quiera, pero las cosas son así.
Pagola ha titulado su libro, después de pensarlo mucho, sin duda, Jesús, aproximación histórica. Y esto es lo que nos ofrece con rigor metodológico y afecto de creyente en Jesús. Sabe perfectamente que una distinción radical entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe está superada en la exégesis más reconocida; de facto, la Iglesia Católica hace tiempo que ha hecho de esta cuestión una “batalla” de primer orden; pero eso no significa, Pagola lo sabe mucho mejor que yo, que no haya ninguna diferencia entre estas dos afirmaciones sobre Jesús, y, en ocasiones, diferencias de calado y con fuerte impacto para la teología y pastoral de cada tiempo. De hecho, si a los críticos hasta ahora más conocidos del texto de Pagola les inquieta, y mucho, dónde queda la divinidad de Jesús, como autoconciencia y realidad personal, desde la Encarnación hasta la Resurrección, debieran reconocer, a mi juicio, dos cosas. La primera, discutir con Pagola si se puede hacer una aproximación histórica a Jesús sin colocar en primer plano la consideración de su divinidad, y por supuesto, como algo inequívoco para sí mismo (Jesús) desde el principio y, pronto, para los demás. Yo tenía entendido que sí, que esto es posible, y así lo creo, pero debe ser Pagola, y otros estudiosos los que muestren que sí es posible hacer esto, sin perjuicio para la verdad de la fe; para la verdad de la fe, no para si los “sencillos” lo van a entender al punto.
A lo mejor los “sencillos” de que hablamos no son tan sencillos como decimos y tienen por intuición, ¡y experiencia integral del ser humano!, una fe muchos más sensata que la de sus pastores o cuidadores. A lo mejor, digo. Yo desde luego, las mayores barbaridades “ontologicistas” sobre Dios y Cristo las he oído a clérigos o laicos “cultivados”. Ése es por tanto un debate que deben tener en jesulogía y cristología; debate de escuela, debate razonado y debate que requiere respeto, igualdad académica y argumentos. Mal camino son, lo advierto, algunas frases de sus críticos donde éstos ven silencios, preferencias, interpretaciones personalistas de Pagola, deslizadas “con sutileza”, como indicando una intención premeditada de Pagola por llevar al agua a su molino. Un profesor nunca habla de las intenciones de otro al valorar un texto. Criterio fundamental. Por su parte, es lógico que quienes vemos legítimo y muy fructífero el trabajo de Pagola, es lógico que reclamemos preguntar a la vez a esa Cristología, para entendernos Cristología Teológica, la de sus críticos, si asume hasta el fondo la Encarnación, si no sabe demasiado de Dios y de su Reinado antes de saber de Jesús. Ésta es una cuestión vital. ¿No es cierto que en la Iglesia sabemos, a menudo, demasiado de Dios sin saber de Jesús?
En la estela de esta pregunta es donde se plantean muchas otras que tienen que ver con el significado social del Reino y del concepto de pobreza “cristiana”. Le acusan a Pagola de “reduccionismos”. Le creo capaz de acoger con generosidad e inteligencia las dimensiones que en la Escritura y la Tradición se nos descubren; no digo que todo lo haga bien; pero nadie me negará que la significación histórica, corporal, social y económica de la pobreza, está ahí, con evidencia exegética probada, y largamente poco apreciada y hasta acallada en la Cristología Eclesial más utilizada en la evangelización. ¿O no vamos a reconocer que nuestra mayor carencia, hasta hace cuatro días, ha sido la espiritualización individualista de la salvación, y que hoy mismo sigue muy presente en la Iglesia? ¿No podré decir que el magisterio de la Iglesia vuelve a subrayar demasiado esta dimensión trascendente e individual de la esperanza y salvación?
En la misma línea están las cuestiones relativas a la identidad de Dios como misericordia y compasión, y los diversos significados que en la Sagrada Escritura tienen ambos conceptos, sea cuando se refieren a Dios, sea cuando se refieren a los hombres, y cuál es el valor de la compasión humana radical cuando hablamos de nuestra salvación, y si en ella estamos confesando, implícita pero realmente, Jesús es el Señor, en honor, por ejemplo, al Evangelio de San Mateo y a las Cartas Joánicas.
Todos sabemos que la Biblia, también el NT, es una “colección” de libros, “un libro de libros”. La teología, la cristología también, y la jesulogía, más si cabe, ha ido componiendo a su luz, y en la tradición viva de la Iglesia, ha ido componiendo una lectura integral de la fe en Jesucristo. Y sabemos que el Magisterio va decantando una percepción y formulación de la fe como servicio a la verdad y a la comunión de la Iglesia. Pero los estudiosos de Jesús, en cuanto maestros en esa materia, y más si lo hacen desde la condición de creyentes, nos ofrecen lo mejor de sus conclusiones, y deben arriesgar en sus libros a contarlo en lenguaje contemporáneo, a la inteligencia del hombre de hoy. Sin duda habrá disfunciones en los conceptos y matices mejor o peor acogidos. Hasta donde yo sé, y hablando en términos de aproximación histórica a Jesús, los conceptos del libro de Pagola están muy logrados; si otros tienen mejores conceptos para una aproximación histórica, es un diálogo eclesial y universitario necesario, pero la cuestión no debería zanjarse en el siguiente sentido: sólo cabe hacer cristología “teológica”; por tanto, las aproximaciones históricas a Jesús no son de recibo en la fe, y esto por razones de la misma fe, cuando se piensa y se vive en comunión con su Magisterio. Este camino, ya he dicho, que sólo lo encuentro adecuado para mentes perezosas. Así que sitúese el diálogo en el plano de la aproximación histórica y depúrense los conceptos fundamentales, ¿por qué no?, y vamos a dejarnos de la típica apelación a la fe de los sencillos, que, ¡oh casualidad!, siempre se asustan de lo que dicen otros. A mi juicio son miedos que la academia debe evitar, y la Iglesia también.
Hace unos días Xabier Pikaza se refería al texto de Pagola muy laudatoriamente, y con temor a que esto le perjudicara. Ya saben, “lo del abrazo del oso. Y allí decía que el problema de los primeros críticos del libro era que, siguiendo su lógica teológica, condenarían las parábolas de Jesús, o al Evangelista Marcos, por no responder al “dogma”. Yo pensaba que sí, pero de otro modo. Lo que nos dirían es que sin “el dogma”, no entendemos nada de Marcos ni de las parábolas de Jesús, ni de Jesús en sentido cristiano; quizá en ningún sentido. Nos dirían que el dogma cristológico ya está, ahí, en Marcos y en las Parábolas, y que la Iglesia lo ha explicitado para todos nosotros, en la calle, en la Misa o en la Universidad. La fe, formulada como “Credo”, por tanto, sería el principio de interpretación histórica de Jesús; no sólo éste, pero sí el decisivo y determinante ante cualquier otro dato o aspecto. Exegéticamente esto no es de recibo.
De esto estamos hablando inicialmente. No nos engañemos los cristianos. No se trata de un debate que se resuelva sólo o principalmente en términos de estudios histórico-críticos sobre Jesús. A ver quién sabe más y da con la verdad objetiva, y gana la partida. No es esto lo fundamental. Se trata de un debate entre especialistas que alcanza hasta sus convicciones y experiencias más hondas de cristianos, y también a las nuestras. Son especialistas que además de conocer bien los hechos y datos, hasta donde sabemos de Jesús, -quiero creerlo de todos-, los presentan en una síntesis que intenta la máxima verdad posible sobre Jesús. Para Pagola, el Cristo, amado y creído, para inspirar la fe de la Iglesia y la vida eclesial misma, en el Dios de la compasión con los que sufren. Para sus críticos, hasta el momento, para inspirar la fe de la Iglesia y la vida eclesial misma en el Dios de la misericordia con los creen en Él y piden perdón por su pecados.
Ya sé que terminar así es simplificar, pero necesito hacer ver que la cuestión del libro de Pagola no es de “ortodoxia”, aunque muchos lo van a ver así, sobre todo los que viven vigilando estas cosas”, con encargo eclesial o no, sino de concepto de investigación bíblica, primero; de relación de la fe con la interpretación de la historia, segundo; y de conciencia cristiana y eclesial sobre cómo los “pobres, los enfermos, los olvidados y los pecadores” son el corazón del seguimiento de Jesús y de su intimidad con Dios Padre. Éste también es el debate del libro de Pagola, -lo repito-, ¿podemos confesar a Dios sin saber de Jesús? ¿Nos sucede a veces? ¿En la Iglesia, nunca?
Un gran libro, en los límites que se ha marcado a sí mismo; límites que se pueden discutir entre los especialistas, pero que hay que apreciar al valorar con justicia. Y por supuesto, que le guste a muchos cristianos no significa la última palabra para la universidad, pero para la Iglesia sí tiene un gran valor por aquello de la importancia del “sensus fidelium” en la interpretación y formulación de la fe.
He escuchado a menudo lo de los sencillos, y las palabras de Jesús sobre el escándalo, ya saben, “lo de más le valiera atarse al cuello una rueda de molino, y echarse al mar”. No lo he visto así en los críticos del libro. Me adelanto un poco. Les prometo que siempre que lo he oído, salía de la boca de alguna persona que más que sencilla era soberbia, es decir, que no quería renunciar a su opinión de ningún modo, y “si además, decía, es la de la Iglesia”, mucho menos.
Pues eso, un libro de categoría, que merece la pena leer.