¿La teología padece "el desprecio de quienes la ignoran"?

Bien, al fin tenemos tema. Alguien con autoridad en la Iglesia “desautoriza” ciertas tesis bíblicas de un “escriturista” o “profesor de teología bíblica”, no lo sé exactamente, y se abre la veda. ¡Qué agobio de verano, sin nadie al que someter al pim, pam, pum, con no sé qué aval de “Roma”! ¡Qué regusto, volver sobre la molesta teología, y recordarle que “a mí ni fu ni fa; con el catecismo me basta y me sobra”!

Un poco de calma, por favor. Que sí, que la libertad de expresión permite esto y más, pero cada palabra que decimos es el negativo de nuestra alma y nos retrata sin remedio en nuestra verdad última. Por eso hemos de observar nuestros juicios y opiniones, no sólo por los otros, sino por el “yo” que se nos revela como testigo inoportuno de lo que callamos y somos. Dios lo sabe, pero otros y nosotros mismos, a menudo, no. Pero dejemos este camino moral. Es suficiente. Si mi importa, es porque la superación de esa actitud justiciera habría de aportar al cristianismo contemporáneo español una capacidad pastoral nada despreciable. Es suficiente.

Y luego está la cuestión de la teología como saber o ciencia religiosa. Ella, una entre los saberes humanos, cercana en los modos a la filosofía, pero con identidad propia, es reflexión crítica sobre la fe, porque la fe es su objeto, la fe en que creemos y la fe mediante la que creemos y practicamos como caridad; y críticamente, con argumentación coherente, porque tal es su modo de proceder. Está claro que este saber general se sustancia en múltiples ramas de un tronco común; son las que van desde el estudio de la Escritura y la Dogmática Católica, a luz de los Padres y de toda la Tradición viva de la Iglesia, hasta el estudio de la autoconciencia de la Iglesia, de sus Sacramentos y Liturgia, su Espiritualiad, su Praxis moral y pastoral, su Catequesis, etc.

Este conjunto permite decir que la teología es reflexión crítica sobre la práctica de la fe cristiana en todos sus modos de expresión, los más científicos, como la exégesis, los más teóricos, como la dogmática, y los más prácticos, como la moral cristiana, la pastoral y, muy particularmente, la espiritualidad y la práctica liberadora de la fe. Todas estas realizaciones de la fe pensada, críticamente pensada, en cuanto credo y en cuanto práctica de caridad liberadora, son necesarias para la vida cristiana.

¿Todos los cristianos necesitan estas mediaciones teológicas y sacan provecho inmediato de ellas? La mayoría de los cristianos viven su fe, ¡vamos a pensar bien!, con gran sentido común y sin mayores necesidades teóricas. Cuentan para ello con la gracia de Dios, con la experiencia de los demás creyentes y de la gente de bien, y con el Magisterio de la Iglesia. Así son las cosas y así son, también, para quienes de uno u otro modo, hacemos algún trabajo teológico. Habñlo de mí mismo. Pero la cuestión no es si mi “madre anciana”, pongo por caso, está interesada en mi teología a la hora de creer, sino si veo que ella encuentra en la teología de hoy, a través de lecturas sencillas, homilías y diálogos, una ayuda, más luz, mejor sentido para valorar y vivir lo sustantivo de la praxis cristiana. Y esto es así, en ella y en mucha gente sencilla que vive su fe, no contra otros, sino con otros, y sí contra el mal del mundo, en sus estructuras y en los corazones.

Así, dicho esto, la teología en el mundo cristiano padece más de una andanada justa, pero muchas otras veces, en aras de una sencillez cristiana nada clara y hasta ficticia y engreída, tiene que oír verdaderas tonterías. Son las que obedecen a aquello que nunca deberíamos olvidar al opinar de algo y que reza así: ¡“Desprecias cuanto ignoras”! Cuidado y humildad intelectual, la primera humildad. Con Dios.
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