¿DIOS MÍO, DIOS MÍO POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
¿DIOS MÍO, DIOS MÍO ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
Estas fueron las últimas que pronunció Jesús en vida, en la cruz. Mt 27,46
¿Por qué me has abandonado? Dios mío, Dios mío.
¿Jesús murió en la experiencia de que le habías abandonado?
¿Por qué me has abandonado también a mí?
¿Por qué me fallas en el momento decisivo de mi vida?
De día te llamo y no contestas,
de noche no me haces caso.
¿Por qué te escondes ahora,
en los momentos de dificultades,
en la enfermedad,
en la ancianidad?
¿Me has dejado tirado en la cuneta?
En Ti descansaban nuestros antepasados.
A lo largo de mi vida yo también he confiado en Ti,
con la fe que me transmitieron mis mayores
Tú eras mi roca firme,
la mano segura de un buen Padre
y yo era para ti tu hijo, yo era un cielo para ti.
Pero ahora no sé qué ha pasado,
siento una angustia terrible,
me he convertido en un pobre hombre /mujer,
soy una piltrafa, no una persona.
Muchos de los que me valoraban,
hasta mi amigo íntimo en quien yo confiaba,
incluso quienes comían conmigo a la mesa Salmo 41,10
me miran diciendo: “¡qué bajo has caído!”.
Se reparten mi trabajo y mis cosas.
Se ríen de mí, de mi historia
Ante mis trances, miran para otro lado,
no quieren saber nada:
+ es un pobre viejo, anciano,
+ ya no tiene influencia en la sociedad, ni en la Iglesia,
+ “algo habrá hecho cuando está como está”.
Del árbol caído todos hacen leña.
Tú te quedas lejos, Señor y no me oyes.
Date prisa en ayudarme:
+ Sana mis problemas y angustias.
+ Mira mis limitaciones físicas y psíquicas.
+ Líbrame de las injusticias sociales,
+ Sálvame de las garras de los poderosos.
Al recordarte, Dios mío,
veo que no me has despreciado ni desdeñado,
en lo más profundo de mi ser estabas Tú.
Cuando descendí a los sótanos de mis miserias,
allá estabas Tú, aguardándome con amor de Padre,
para sacarme de la fosa.
Te doy gracias, Señor,
Porque, aunque yo no te sintiera,
Tú estabas conmigo.
Mi corazón late con la fuerza y la suavidad de tu gracia.
Estás conmigo.
Como levantaste a JesuCristo del sepulcro,
me levantarás a mí de mi hundimiento.
¡BENDITO SEAS, SEÑOR!