Iglesia: ¡Effetá!

sordo

  1. Sorderas en la vida

La sordera y la tartamudez de aquel hombre con el que Jesús se encuentra en la Decápolis (diez ciudades en territorio pagano), no  se refieren meramente unas limitaciones físicas.

Se trataba de una cerrazón e incomunicación personal. Aquel hombre  vivía encerrado, sordo, incomunicado.

Quizás también nosotros vivimos enquistados, no escuchamos ni sabemos decir una palabra o callar oportunamente.

Sordo -en este caso- es la persona encerrada en sí misma que no quiere escuchar. Y ya sabemos el refrán: no hay peor sordo que el que no quiere escuchar.

El pasado domingo leíamos cómo el AT y Jesús nos decían: Escucha, Israel, atiende a razones.

  • o Somos sordos cuando no sabemos abrirnos a la Verdad o realidad del otro y de la vida.
  • o Cuando políticamente no se escuchan ni se buscan soluciones a los problemas, estamos sordos.
  • o Cuando en lo eclesiástico no se escucha la voz de la comunidad, estamos sordos con una sordera peor.

El ser humano es por naturaleza quien “está abierto” a todo lo que en la historia le habla. Ser humano y ser cristiano es vivir abiertos, vivir como “seres abiertos” en el mundo, (el ser humano es espíritu en el mundo) (Rahner).

Somos -seamos- seres abiertos. Effetá.

  1. Saliva: nueva creación.

        El gesto de la curación de la sordera de este hombre tocando sus oídos con un poco saliva es una alusión al Génesis y, por tanto, a la creación, a la nueva creación de la nueva humanidad.

        Dice el texto que Jesús tocó los oídos con su saliva. Sabemos ya por otros momentos evangélicos que la saliva es algo muy personal y significa el espíritu de una persona, en este caso de Jesús.

        La saliva es algo muy personal, muy íntimo. Por eso en la Biblia la saliva es símbolo del espíritu de una persona. (Escupir a una persona implica un gran desprecio).

        Jesús mirando al cielo -al poder de Dios- suspiró como hizo también Dios en el Génesis cuando infundió su aliento vital al barro para que surgiese un ser viviente. Ahora Jesús infunde su espíritu -saliva- a aquel sordo y exclama: Effetá, ábrete. Es una escena muy semejante a la curación del ciego de Jericó: Jesús hace barro con su saliva: una nueva creación. (Jn 9).

        Y al momento se le abrieron los oídos.

Es decir, Jesús vuelve a crear un hombre nuevo, abierto, espiritual

Cuando uno vive mirando a la ultimidad, a Dios, escucha los pasos y palabras intermedias que se producen en la historia.

  1. Al instante se le abrieron los oídos y se le soltó la lengua.

        Hablar en sentido bíblico no es pronunciar palabras incesantemente. San Juan emplea una expresión griega de hondo contenido. La solemos leer en navidad: la palabra se hizo Jesús, carne: el logos: es decir, el sentido de la vida

Uno puede hablar cuando previamente ha escuchado la voz de la vida, de la historia, de Dios.

        Hay personas que hablan y hablan sin parar, pero no dicen nada.

        Emitir sonidos y palabras no es hablar. Escuchar y hablar con juicio, es ya otra actitud y  un arte en la vida.

        Es muy frecuente oír cómo hay gente que en cuanto te descuidas te aconsejan y organizan la vida. Es frase tan manida de que: “tú lo que tienes que hacer es…”.

        Nos cuesta unos dos años en aprender a hablar y toda la vida en aprender a callar

        A veces el silencio es una palabra elocuente. Nos podríamos aplicar aquel dicho: Habla solamente cuando no tengas mejor palabra que el silencio.

        Cuando uno ha escuchado la voz de la vida, del amor, de la amistad, de la enfermedad, del sufrimiento, del fracaso, de la muerte, cuando uno ha escuchado esas realidades, probablemente calla y acompaña en silencio.

El silencio es una palabra llena de sentido. Y eso es logos, palabra silenciosa, sensatez y sentido.

        Al instante se le soltó la lengua.

  1. Vaticano II y momento actual. reflexión eclesial.

¡Qué duda cabe que el concilio Vaticano II fue un Effetá, un ábrete, para la Iglesia formulado entonces por aquellos dos papas: Juan XXIII y Pablo VI,  por aquel momento teológico y eclesial. El Vaticano II efectivamente abrió las ventanas para que saliera el aire viciado de la Iglesia y entrara oxígeno puro!

Muchos cristianos respiramos entonces y lo seguimos haciendo desde aquel espíritu y viento del Pentecostés de aquellos años: con espíritu bíblico, en liturgia, en moral, en cuestiones dogmáticas, teológicas, en modos y estilos eclesiásticos, en esperanza, en la vida.

Pero, por desgracia, lo que abrió el Concilio Vaticano II se ha ido replegando y cerrando posteriormente. Sobre todo el tono de libertad, el aliento vital y de audacia eclesial de entonces se ha ido acartonando en nuevos pero viejísimos moldes eclesiásticos.

Ya en aquella misma época conciliar dijo el cardenal Siri: “harán falta veinticinco años para reconstruir los que Juan XXIII ha derribado en la Iglesia”.[1] En esa tarea están algunos movimientos religiosos y muchos curas y obispos.

Cuando hoy vemos este repliegue, cuando nuestras parroquias viven no cerradas, sino “bunkerizadas” y no se tolera un ápice de oxígeno, cuando vemos el triunfo de la ley y de la normativa sobre la libertad y creatividad; cuando se está desenterrando una liturgia fosilizada, uno piensa: ¿será éste el futuro del cristianismo y de la Iglesia? ¿La Iglesia será todo lo contrario del Effetá? ¿Estos son los derroteros del cristianismo en el siglo XXI?

¿Podrá el papa Francisco entonar un nuevo Effetá?

Escuchemos la voz del Evangelio de Jesús y la voz del Concilio.

  1. Sed fuertes, no temáis. (Isaías 35,4-7a).

Son las palabras de Isaías con las que hemos comenzado la liturgia de la palabra. No temáis, sed fuertes.Effetá.

Desde el Evangelio del Señor, desde el Concilio, seamos fuerte, vivamos abiertos con esperanza puesta en el Reino de Dios:

La saliva, el aliento vital, el Espíritu de Cristo nos abre hacia el horizonte infinito.

Effetá.

[1] DUATO, A. Iglesia y mundo en el pontificado de Juan Pablo II, en: Iglesia Viva, 214, 2003, 45.

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