¿TENTACIONES O INTENTOS?
Los cuarenta días cuaresmales evocan los 40 años que las tribus hebreas caminaron por el desierto (de la vida) hasta llegar a la tierra de libertad.
La vida es caminar por el desierto de las dificultades, crisis, enfermedades, problemas con una gran nostalgia de libertad, de tierra de promisión.
02. LAS TENTACIONES DE JESÚS.
Hemos escuchado cómo Jesús vivió también la tentación. Jesús fue hombre como nosotros, menos en el pecado.
Las tentaciones de Jesús no pensemos que se producen materialmente en el desierto y, de la noche a la mañana, una vez vencidas, Jesús queda libre de todo peligro. Por tanto hemos de pensar que Jesús fue tentado, como todos nosotros, a lo largo de toda su existencia.
Marcos no especifica las tentaciones que sufrió Jesús. Pero hemos de pensar que sufrió las mismas tentaciones que padecemos todos en la vida, pues Jesús se hizo hombre semejante en todo a nosotros, menos en el pecado.
La escena del evangelio de hoy se sitúa “a continuación” del bautismo de Jesús en el Jordán, donde el Espíritu desciende sobre Jesús: este es mi Hijo.
“Cuarenta días” es toda la vida.
Jesús atravesó el desierto de la vida, y durante toda su vida tuvo sus tentaciones, como todos.
03. ¿LA GRAN TENTACIÓN (INTENTO) NO SERÁ EL DESEO DE ABSOLUTO?
La tentación no es una invitación al pecado, sino una llamada al infinito.
En lo más hondo de nuestro ser, todos tenemos una nostalgia infinita de vida y bienestar. Somos un eterno deseo incumplido, al menos hoy por hoy. Somos una pasión infinita.
Todo ser humano es una búsqueda infinita. Esta eterna búsqueda no es una cuestión religiosa. La llamada de la felicidad no depende de que uno sea creyente o no. Todos, creyentes y no creyentes, tenemos “hambre y sed de todo y del Todo.” “Todo placer reclama eternidad. El gozo quiere ser eterno”, decía Nietzsche, irreligioso terminal.
Somos siempre para nosotros mismos una asignatura pendiente. Somos una diferencia entre lo que somos y lo que quisiéramos ser y vivir.
Ninguna realidad humana llena nuestro corazón. Nunca el placer es bastante, nunca el dinero colma el corazón de ser humano. El hombre se supera a sí mismo infinitamente porque siempre está en camino hacia la plenitud infinita.
Sobrepasamos el mundo de la naturaleza, superamos el listón de nuestros instintos, pero nuestro corazón no se aquieta con la simple satisfacción de nuestras pulsiones e instintos.
San Agustín escribía aquello de: Nos hiciste para Ti y nuestro corazón está inquieto, pues solamente descansará cuando te encuentre.
Un salmo expresa muy bien estas cosas:
Mi alma tiene sed de ti, mi vida ti ansia de Ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua, (Salmo 63,2)
La misma expresión: “tentación”, viene de “intentar”. Intentamos hacernos con la plenitud, “ser como dioses”. La tentación es la continua tentativa de llegar al absoluto. Las tentaciones son momentos concretos y expresiones de ese deseo “irremediable” de felicidad que todos llevamos dentro.
La tentación está llena de sentido: es un querer salir de la limitación, de la pobreza de todo tipo, del sufrimiento para llegar al puerto de la plenitud. La tentación en el fondo es como un querer llegar rápidamente a la felicidad.
Lo que pasa es que en ocasiones nos equivocamos.
04. ¿TENTACIONES, PECADO, EQUIVOCACIONES O DESEQUILIBRIOS?
Muchas opciones en la vida más que pecado, son desequilibrios, errores, viejos problemas psíquicos, costumbres inveteradas, tendencias que tienen que ver más con la psicología, cuando no con la patología, que con la moral. Un drogadicto, un ludópata, un alcohólico no tienen tentaciones. La libertad la tienen, la tenemos dañada. Ya San Pablo experimentaba en sí mismo aquello de: hago el mal que no quiero, (Rom 7,19).
Muchas veces las tentaciones son las diversas crisis con las que nos debatimos en la vida: la desesperación, la desconfianza, las amarguras que pueden terminar por llevarnos a una pérdida de la fe, de la esperanza, del amor.
Hay casos límite como puede ser el suicidio, las adicciones a la droga, el erotismo, cleptomanías, ludopatías, etc. En el fondo se busca calmar y salir de un gran dolor existencial: el dolor del rechazo, de la soledad, el dolor del desafecto, de los fracasos, de la ansiedad, del mal trato de la infancia, de las culpabilidades morales, el dolor de “muchas asignaturas pendientes en la vida” o cualquier otro tipo de dolor.
Probablemente las adicciones consisten en buscar salidas (compulsivas) a grandes sufrimientos y ansiedades. Eso no son tentaciones, ni pecado y no sería cristiano culpabilizar (nunca es cristiano culpabilizar). En estas cosas de tentaciones y tendencias del ser humano, se entremezclan y funcionan mecanismos psicológicos, subconscientes e inconscientes, “viejas historias”, etc., que pueden requerir atención médica, psiquiátrica, también espiritual y, sobre todo, cristiana. La bondad y el sentirse querido sana más que mil ritos religiosos.
VOLUNTARISMOS.
Voluntarismo viene de voluntad, fuerza de voluntad.
Demasiado “olímpicamente” decimos que hay que tener fuerza de la voluntad para dominar tal situación, tentación, etc. Pero no siempre las tentaciones, los desequilibrios, adicciones, etc., se resuelven desde la voluntad. No siempre es cierto el refrán castellano: querer es poder. No siempre ni todo el que quiere, puede.
Hay búsquedas y tentaciones que han de ser tratadas desde la medicina, psicología, logoterapia, desde la apertura a la misión, a los demás, desde la bondad.
Los voluntarismos pueden terminar siendo patológicos. Basta recordar directores espirituales, confesores y confesiones que hemos padecido.
05. LA CUARESMA Y LA VIDA SON TIEMPO DE GRACIA Y EVANGELIO
La vida es tiempo de gracia y de evangelio.
Que el espíritu, la fuerza de Dios nos atraiga y nos impulse en la vida, de modo que no nos cansemos de caminar, que, tal vez sea la gran tentación
Tentaciones no nos van a faltar, probablemente el pecado estará presente en nuestra vida, pero con toda seguridad quien estará siempre con nosotros es Dios, como la nube que cubría al pueblo por el desierto.
La conversión no equivale a evocar culpabilidades y remordimientos, sino a poner nuestra mirada en Dios. No significa mirar atrás con amargura, sino mirar hacia adelante con esperanza.
Los cristianos vivimos aquello que dice el salmo 31,1:
Dichoso aquel a quien Dios no le tiene en cuenta su culpa,
a quien le han sepultado su culpa.
Con este espíritu vivamos la cuaresma desde el Evangelio: confiad en el evangelio.