Notas “en escalada” para la homilía Tomás Muro: "Los laicos son iglesia, no clientes de los eclesiásticos"
"En esta larga pandemia que estamos padeciendo, la Iglesia-Cristo está en tantas familias, pequeñas comunidades que se reúnen, o viven reunidas, en el nombre del Señor"
"La finalidad de Jesucristo no es condenar o castigar o encarcelar, sino ganar al hermano, encontrar la oveja perdida, acoger"
"La corrección fraterna que hacen muchas personas no es ni corrección, ni mucho menos fraterna"
"La corrección fraterna que hacen muchas personas no es ni corrección, ni mucho menos fraterna"
1. Individuo y persona.
Primera escala: No es igual individuo y persona. Pudiera parecer lo mismo, pero no lo es. El individuo es “uno” aislado. La persona es relación. Somos personas, (de naturaleza racional), en comunicación, en relación. La persona no es un individuo que nace y crece solo y aislado en la punta de Txindoki. La persona nace y crece en sociedad: a uno le nacen en una familia, crece en un pueblo, en una cultura, en un idioma, madura en la amistad, en la escuela, desarrolla en una fe, en una Iglesia, en una ideología, puede pertenecer a una asociación cultural, deportiva, etc.
Los grandes valores (y contravalores) de la vida son comunitarios, sociales, personales: el amor, la amistad, la paz y la guerra, la justicia y la injusticia, etc. no son cuestiones meramente individuales, sino personales, comunitarias.
2. La iglesia es una “asamblea”, es “pueblo de Dios”
Segunda escala: Nuestra mentalidad y vivencia de la Iglesia no es la de una asamblea, un pueblo de Dios, sino que más bien tenemos en nuestra “trastienda ideológica” que la Iglesia es una estructura-institución que está dirigida por una élite jerárquica (episcopado-clero-clericalismo) y los laicos no forman tanto la iglesia (comunidad, pueblo) cuanto que son “clientes” de tal estructura. “Somos clientes de la iglesia”.
Cuando nos preguntamos qué dice la Iglesia acerca de un determinado problema, no estamos preguntando qué dice el pueblo de Dios, sino que nos estamos preguntando qué dice Roma o el Obispo acerca de esa cuestión. Teóricamente nadie niega que: donde estéis dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo, pero en la vida y en práctica cotidiana eclesial, todos sabemos que eso no se da, no es así.
Naturalmente que después -después- habrá que abordar las tareas eclesiales, organizar y distribuir responsabilidades: catequesis, Cáritas, celebración de los sacramentos, tareas asistenciales, pensamiento teológico, etc. Pero en principio y por principio Cristo está y hay Iglesia donde un grupo de creyentes comparten su fe en el Señor.
En esta larga pandemia que estamos padeciendo, la Iglesia-Cristo está en tantas familias, pequeñas comunidades que se reúnen, o viven reunidas, en el nombre del Señor. ¿75%, 50% de aforo? Basta con dos o tres personas en nombre del Señor. Basta con que el Señor esté presente en nuestra pequeña barca en medio de la galerna que arrecia.
3. La vida comunitaria y social, la Iglesia no son fáciles
Tercera escala: Por nuestro modo de ser y de pensar, por los problemas que van surgiendo en la vida, lo comunitario y social son una cuestión difícil. En la familia, en las ideologías, en las cosas más elementales, en la Iglesia hay diferencias, pluralismo, discrepancias, enfrentamientos. Con todo y con eso, somos seres comunitarios.
El problema está siempre presente en la historia, también en la Iglesia y en el mismo Evangelio (comunidad) de Mateo. El texto de hoy es una tradición, un modo de resolver los problemas en la cultura judía: repréndele a solas, llama a dos o tres y si no hace caso considéralo pagano o publicano.
El punto central de este relato (de la corrección fraterna) es ganar al hermano. Jesús trata de salvar siempre lo que estaba perdido. La finalidad de Jesucristo no es condenar o castigar o encarcelar, sino ganar al hermano, encontrar la oveja perdida, acoger al hijo perdido, recibir en el Reino al buen ladrón.
4. Corrección fraterna: el amor.
Cuarta escala: La corrección fraterna que hacen muchas personas no es ni corrección, ni mucho menos fraterna; muchas personas cuando corrigen lo que están diciendo es que la razón la tengo yo, y te echan en cara que has hecho mal, y además eres tonto. San Pablo (1ª lectura) evoca el amor como fluido eclesial y social. Si no hay amor en la vida, la corrección es juicio, condena, crítica, venganza.
El hermano está muy por encima de las ideologías eclesiásticas y políticas. El amor y la caridad son muy superiores a una justicia entendida desde intereses de poder personales, eclesiásticos y políticos.
- No pocos obispos y curas condenan, castigan y expulsan desde una ideología religiosa, pero no con el Evangelio del Señor. Hay obispos que manejan el báculo como si fuese un bate de béisbol de los “skinhead”.
- Por otra parte no es lo mismo una lectura política de la realidad y del mal, que una lectura cristiana. Robar no está bien, pero Jesús no le dijo al ladrón en la cruz: eres un ladrón, sino: hoy estarás conmigo en el paraíso. (¿El problema de la pacificación de nuestro pueblo, lo estamos llevando desde el Evangelio y desde la sana corrección fraterna?)
La corrección de Cristo es la redención. Jesús no echaba en cara, acogía, curaba, perdonaba:
- Jesús reconoce con la samaritana que no es feliz porque con tanto “devaneo de cabeza” (cinco maridos) es difícil ser feliz, pero no se lo echa en cara, (Jn 4).
- Jesús no le echa en cara nada a Zaqueo, le hace ver que “hoy” ha entrado la salvación a tu casa, a tu vida, (Lc 9,1-10). , Y esa es la corrección. Corregir cristianamente es acoger y ayudar.
- Cuando le presentan y le acusan te Jesús a aquella mujer, Jesús se incorpora y le dijo: «Mujer, ¿dónde están los que te acusan? ¿Nadie te ha condenado? Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno.
- Jesús le corrige al “buen ladrón” con la promesa de que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lc 23,43).
Desde el Evangelio de Jesús tratar a un hermano como pecador y publicano es quererle más hasta recuperar la condición de hermano. (Este es el problema del hijo mayor de la parábola del hijo perdido. El hermano mayor tenía “la razón” (¿), lo que no tenía era tono cristiano).
Una comunidad fraterna se caracteriza por dar acogida y calor al pecador, al débil. Podíamos preguntarnos si Jesús está en nuestras asambleas, en nuestra comunidad, familia, parroquia, etc. y si, estando, nos dejamos guiar por Él. De lo que se trata no es de tener la razón, sino de que nos reunamos en nombre del Señor para que Cristo esté en medio de nosotros.