Gritando fuertemente se taparon los oídos
A causa del testimonio que daba de Jesucristo, el diácono Esteban fue asesinado a pedradas, según el libro de los Hechos de los Apóstoles. El relator cuenta que la gente estaba rabiosa. Y ofrece este interesante detalle: “gritando fuertemente se taparon los oídos y se precipitaron todos a una sobre él”. A la gente que no quería escuchar a Esteban no les bastaba con gritar a pleno pulmón, además se taparon los oídos. O sea, impedimento sobre impedimento. Suprema imposibilidad de escucha.
Me pregunto si no será esta la situación de muchas personas de nuestro mundo ante el anuncio del evangelio. Por una parte, el mundo está lleno de ruido y de furor, son muchas las distracciones que dificultan el ver y el oír, hay tantas ofertas, tantas seducciones, tantos reclamos, que muchos no tienen ni tiempo, ni ganas, ni humor para escuchar ninguna noticia que vaya más allá del placer o del interés inmediato. Estamos en una sociedad poblada de aullidos. Pero además de este ambiente negativo, que dificulta enormemente la escucha, se diría que algunos además se tapan los oídos, o sea, que al ambiente negativo hay que juntar la falta de interés de los posibles oyentes. No les interesamos, no nos quieren oír. El mundo no quiere que nos oigan y ellos no nos quieren oír.
Este es el “lugar” en el que los creyentes debemos dar testimonio de Jesucristo. Para empezar, no debemos quejarnos de lo mal que está todo, y culpar a los oyentes porque no pueden y, en ocasiones, no quieren escucharnos. Lo que debemos hacer es situarnos en este ambiente para encontrar en él algún resquicio en el que decir una palabra que despierte interés. Una palabra que puede ser verbal, pero también puede ser gestual. O sea, nuestra vida es una palabra fuerte que puede ser oída; nuestra vida puede plantear preguntas, y así preparar para la escucha de la respuesta. En este “lugar” estamos llamados a dar testimonio de Jesucristo, conscientes de las dificultades, pero sin acobardarnos por ellas.
No es fácil decir como se contrarrestan los gritos y los oídos tapados. Cada uno deberá buscar soluciones imaginativas, según el ambiente en el que le toca vivir. Pero sin duda, una buena contra-influencia a las malas influencias del mundo, es una exposición significativa de la doctrina y una coherencia de vida con el evangelio. Nunca ha sido fácil ser testigo del evangelio. Pero nunca ha sido más necesario, porque, a pesar del ruido, del furor y del poco interés de la gente, el evangelio es lo que más necesitan y lo que, en el fondo todos buscan, aún sin saberlo.